Trío en una noche tormentosa


Infidelidad Trío en una noche tormentosa Entramos a ese bar; Ana estaba esplendorosa esa noche, vestida de rojo. El mozo se aproximó muy solícito y no pude dejar de notar la mirada que le dedicó a mi sensual esposa; ella tampoco?

Tomó nuestros pedidos y se retiró, espiando a Ana por los espejos de las paredes del bar. Algo se desató en mi mujercita; movimientos inusuales, miradas de reojo, una cierta crispación en sus manos sobre el mantel...

De repente se levantó para ir al baño. Se detuvo en la barra a preguntarle al mozo por el toilette y, al retirarse, él le dirigió una certera mirada a sus caderas, que ella bamboleaba de un lado a otro mientras se alejaba.

Cinco minutos después emergió por la puerta y el mozo le salió al paso intentando entregarle un pequeño papel enrollado. Ana lo rechazó con una sonrisa y me señaló con el mentón. Al llegar le pregunté qué pasaba.
?El mozo me quiso dar su teléfono? Me dijo sin dejar de sonreír.
?Y qué le dijiste?. Le pregunté muy serio.
?Que si quería, hacíamos un trío, sino, nada??
Agregó susurrando a mi oído: ?Me dijo que tiene una verga enorme y dura?.
?Pidamos la cuenta y le dejamos anotada nuestra dirección?? Le dije.

La cara del mozo, cuando le devolví la cuenta, era indescriptible.
Regresamos a casa para prepararnos. El mozo, de nombre Santiago, vendría después de medianoche, cuando terminara su turno.
Ana estaba excitada. Nos dimos una ducha juntos; en silencio, que no era tenso, sino expectante. Al salir ella se vistió con un conjunto de seda negra que le quedaba fantástico, mostrando sus curvilíneas formas...

Santiago llegó a la hora convenida. Bajé a abrirle y lo encontré también algo excitado, pero dubitativo y nervioso al mismo tiempo. Subimos en el ascensor casi sin hablar ni mirarnos.

Cuando entramos al departamento, Anita había apagado la mayoría de las luces y dispuesto copas en la mesa. Una suave música llenaba el salón.
Ella avanzó hacia nuestro invitado y lo besó en la mejilla.
Servimos unas copas de vino y yo propuse un brindis por la noche. Afuera parecía que el cielo se derrumbaría sobre nosotros; un vendaval de viento y agua estallaba con truenos y relámpagos?

De repente Ana se levantó y comenzó a moverse lentamente frente a nosotros, haciendo un strip-tease suave y delicado, muy armonioso.
Cuando terminó de desnudarse, se sentó entre nosotros y comenzó a acariciarnos en el pecho y la entrepierna, mientras me comía la boca. Sonrió mirando a Santiago y le dijo:
?Con vos nada de besos? solamente será sexo casual??
El chico sólo asintió y mi esposa entonces se arrodilló frente a él y comenzó a besarle el cuello, el pecho, el vientre, mientras le abría la camisa.

Yo me arrodillé detrás de ella y comencé a acariciarle la espalda, los hombros y la cola. Le desabrochó y comenzó a bajarle los jeans y el slip.
Al hacerlo, apareció una verga de tamaño enorme, aunque todavía fláccida.

Anita me miró de reojo y sonrió levemente; la tomó con una mano y se metió todo lo que pudo en la boca, mientras con su otra mano tomó mi mano y la sostuvo con firmeza.

La verga de Santiago pronto se puso bien erecta, mientras mi mujercita demostraba su tremenda habilidad oral, mamando y profiriendo leves gemidos, los cuales me provocaban a mí también una erección?
Ana se irguió estirando las piernas y, sin sacar esa verga de su boca, hizo poner de pie a nuestro invitado, hasta que ella quedó de rodillas y él parado. Tomó mi mano y me hizo sentar donde había estado Santiago.

A él le colocó un condón. Luego se hincó sobre mí, dejando sus labios vaginales expuestos para que los penetrara Santiago desde atrás.
Por suerte para ella, él la penetró muy despacio, consciente del tamaño de su enorme pija?

Anita comenzó a chuparme la verga a mí, mientras yo no podía dejar de mirar a ese semental que penetraba a mi delicada mujercita con certeza y tanta eficacia. Tan bien lo hacía, que pronto ella gimió dejó temblar todo su cuerpo, teniendo su primer orgasmo.

Cuando dejó de temblar, Ana se enderezó y me empujó por mi nuca hacia su clítoris; quedando mis labios a milímetros de esa portentosa pija que bombeaba y no se detenía. Varias veces mi lengua y esa verga se tocaron, pero estábamos sumidos los tres en un frenesí imposible de detener.

Pronto Anita volvió a acabar. Sentí ese mar de placer correr por mi lengua, inundando mi boca, mientras el chico aferraba a mi esposa por las caderas y ahora la bombeaba con mucha más potencia. Ella jadeaba y se debatía, sintiendo solamente placer.

De repente Ana se enderezó e hizo sentar a Santiago en el sofá. Cabalgó sobre su vientre, haciendo desaparecer esa enorme verga dentro de su humedecida y dilatada concha. Luego me atrajo hacia su espalda y me señaló su cola, pidiéndome que la penetrara por allí. Lo hice suavemente.

Ella quedó con su esbelto cuerpo apretado entre los dos, aullando de gozo. Ambas vergas parecían tocarse dentro de su cuerpo, durante el bamboleo.
Casi enseguida estalló otra ola de orgasmo dentro del cuerpo de mi esposa, que cayó hacia delante, temblando de placer sin control.
Luego acabó Santiago y por último yo, llenándole el ano de semen a mi delicada esposa. Nos quedamos quietos por varios minutos, recuperando la respiración; sin hablar, completamente exhaustos los tres.

Anita se incorporó, me besó en la boca y se encerró en el baño.
Santiago y yo nos quedamos sentados en el sofá, disfrutando del vino.

Cuando mi esposa regresó, tomó la mano de Santiago y lo hizo poner de pie frente al sofá. Luego se puso en cuclillas frente a él y comenzó a lamerle la verga despacio, lento, saboreando ese increíble portento.
Lo pajeó suavemente con su mano, mientras le acariciaba las nalgas.

Le chupó la verga por casi quince minutos, mientras entre sus muslos apenas separados, yo podía ver que caían gotas de su empapada concha sobre la alfombra. Ella ni siquiera se estaba tocando?

Santiago de repente comenzó a proferir unos sonidos guturales y tomó la cabeza de mi esposa con ambas manos. Le hundió toda la poronga hasta el fondo de su garganta y le acabó adentro sin compasión.
Ana pareció ahogarse, pero no hizo ademán de retirar su cabeza hacia atrás. Luego se deslizó suavemente, con los labios rebosantes de semen. Le sonrió al semental y nuevamente se encerró en el baño.

Un rato después volvió ya vestida de entrecasa.
?Volveremos a vernos??? Fue la pregunta de él.
?Jamás? Contestó mi esposa sin darme tiempo a responder yo...

El chico pareció decepcionado. Se vistió en silencio y Ana lo despidió con un beso en la mejilla. Yo lo acompañé hasta la calle.
Al entrar a nuestro dormitorio, encontré a mi esposa otra vez desnuda, boca abajo en la cama, con su estrecha entrada trasera llena de gel lubricante?

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