D�as previos a su boda


Infidelidad D�as previos a su boda

Los gemidos de mi amiga

Hace un mes un antiguo compañero de preparatoria hizo una reunión a la que acudí. En la tertulia saludé a varios de mis ex compañeros que no veía desde hace mucho. Algunos ya están casados e incluso ya tienen hijos. Yo, para mi fortuna, aún no me enredo en tal compromiso y lo digo pues noté que la mayoría de los que sí lo han hecho (tanto hombres como mujeres) son quienes más se han avejentado.

Por tanto, fue grata mi sorpresa cuando vi el arribo de Jazmín.

Jazmín era una bella mujer. Parecía que su silueta no había cambiado en lo más mínimo. Un entallado y corto vestido cubría su cuerpo, tal y como usualmente lo hacía en aquellos años de bachillerato. En esos días, cuando atravesaba la explanada de la escuela, llamaba la atención de muchas miradas. No era para menos, pues Jazmín era de las pocas chicas que tenía, y aún tiene, una buena razón para usar tales prendas. De perfecta piel morena, sus piernas y muslos mantienen buena forma y firmeza, sus redondeadas caderas llaman de manera natural la mirada, y sus nalgas destacan por su buen tamaño, consistencia y perfil. Y esos pechos... ufff, esos pechos. No por nada era conocida como ?la tetona González?.

En esos pensamientos estaba yo, viéndola de abajo a arriba, cuando me reconoció y se acercó a saludarme. Nos abrazamos y de esta manera pude volver a sentir sus generosos senos aplastándose sobre mi pecho. También disfruté del delicioso aroma que emanaba de su largo cabello; era tal cual la recordaba.

Jazmín y yo conversamos y fue así que me pude enterar de que estaba a punto de casarse. Tenían cinco años de conocerse. Él había sido su jefe y, según ella, gozaba de una excelente posición económica.

De regreso a casa no pude despegar de mi mente la imagen de Jazmín. Tenía dieciséis años cuando ambos estábamos en el mismo grupo de estudios. Sin ser la chica de rasgos más finos del salón, sí era la de mejor físico y yo la deseaba. De tez morena, sus bien torneadas piernas habían ganado popularidad gracias a que frecuentemente usaba muy cortas minifaldas, tan entalladas que acentuaban perfectamente las curvas naturales de sus ponedoras nalgas.

En ese tiempo era demasiado tímido y nunca me acerqué a ella tanto como me hubiese gustado. Me conformaba con (y a decir verdad era para mí ya un gran deleite) conseguir alguno que otro roce aparentemente accidental.

Fue así cómo, furtivamente, llegué a tocar algunas partes de su cuerpo como sus nalgas o sus bien formados pechos. No obstante, mi mayor logro en aquellos años de colegio, fue durante una visita a un museo que un pequeño grupo de compañeros hicimos por encargo escolar.

Cinco de nosotros, entre los cuales también iba Jazmín, acudimos al Museo Nacional de Antropología, viajando hasta allí en metro.
Dado que fuimos en día y horario laboral, tuvimos que enfrentarnos a las grandes masas de gente, de tal suerte que, mientras mis otros tres compañeros alcanzaron lugar en uno de los vagones, Jazmín y yo quedamos rezagados y debimos esperar al siguiente convoy.
Éste venía casi tan repleto como el anterior pero, como había más gente a nuestras espaldas, una vez que se abrieron las puertas, tales personas nos empujaron precipitadamente al interior del vagón quedando Jazmín justo enfrente de mí y tan apretados que no nos podíamos ni mover.

Mi sexo quedó prácticamente incrustado entre sus voluminosas nalgas y sólo la tela de nuestras ropas separaba mi pene de sus bien formados glúteos. En tales condiciones me fue inevitable tener una erección que estoy seguro ella también percibió, aunque nunca dijo nada. Ese momento quedó tan grabado en mi memoria que aún hoy disfruto al recordarlo.

Mientras me deleito con aquel recuerdo de hace años; rememorando detalles como: el rico olor de su cuello, de su pelo; mi miembro deliciosamente atrapado entre sus perfectas nalgas, y aquel placentero calor entre nuestros cuerpos, mi pene toma tal firmeza bajo el pantalón que me incomoda mientras conduzco.

Froto mi erección sobre el pantalón, aprovechando el alto de un semáforo en rojo. Tardíamente me doy cuenta que, desde la ventanilla de un microbús, un pequeño grupo de chicas colegiales de instituto puede verme y se ríen de mí al haber observado cómo restriego mi miembro. Avergonzado, me alejo tan rápido como puedo, una vez la luz cambia a verde.

Al llegar a casa no puedo esperar más y busco a Jazmín en el facebook. Al dar con ella, inmediatamente me pongo en contacto. Por tal medio veo fotos de su novio y futuro marido, un tipo llamado Álvaro. Aún sin conocerlo, no puedo evitar sentir celos de él. Aquél que tendrá la fortuna de compartir su vida con aquella maravillosa mujer.

Con aquel sentimiento en mi interior decido citarme con Jazmín.

Quedamos de vernos en un café. La espero con ansias y una vez llega nos ponemos a platicar.

Tras confesarle mis viejos sentimientos, trato de convencerla para que cambie su decisión y me dé una oportunidad pero soy rechazado por ella. Por lo que veo ella está decidida. Según entiendo, pesa mucho la posición económica y laboral de su futuro cónyuge. ?Vaya interesada?, me digo.

Encubro mi desazón tras su respuesta y guío la plática por otros derroteros. Le ofrezco celebrar sus últimos días de soltería llevándola de juerga nocturna y afortunadamente ella acepta.

Ella se sorprendió de la naturaleza del lugar al que la llevé minutos más tarde, era un antro de strippers. Le dije que la había llevado ahí con la intención de que disfrutara de una de sus últimas noches de soltería.

Jazmín se mostró muy divertida al ver el show de algunos strippers. Con pretexto de ir a los sanitarios me escabullí para hablar con un amigo que trabajaba allí. Él era Roberto, un musculoso stripper a quien había conocido en un gimnasio. Aquél, hacía tiempo, me había contado que en los privados (a donde llevaban a las clientas que solicitaban un servicio de cierta índole) había manera de espiar.

Los privados eran pequeños cubículos ubicados detrás de una bodega, y estaban separados de ésta tan sólo por un muro que no llegaba hasta el techo, de tal suerte que, trepándose en algunas cajas, uno podía asomarse. Las clientas pocas veces miraban hacia allí, por lo que no notaban que eran espiadas, e incluso grabadas, por empleados del lugar, mientras disfrutaban de aquel servicio.
Roberto me había mostrado algunos de esos videos en su celular. Era muy excitante ver a mujeres que pagaban por ser culeadas.

Muchas de ellas eran de buen ver y eso me impactó; ¿cómo era posible que mujeres así pagaran tuvieran que pagar por eso? Yo creo que más de uno se las hubiera cogido de gratis, pero bueno.

Luego de hacer un trato con él, llevé a mi amigo Roberto para presentarlo con Jazmín. Ella quedó impresionada. La verdad es que su musculatura está bien trabajada, no puedo negarlo, aunque lo que más llamó la atención de mi amiga, según pude darme cuenta por los breves pero constantes vistazos que le daba, era el tremendo paquete que se guardaba en el interior de su tanga. Roberto vestía únicamente las diminutas prendas propias de su oficio.

Por más que ella quería disimular, no podía evitar revelar el interés que aquel bulto entre las piernas de mi amigo le provocaba.

?Se le debe estar haciendo jugosa la vagina?, morbosamente, en aquel momento, pensé.

Bebimos unas cuantas copas, lo que animó a Jazmín para mantener una amena conversación con Roberto. Mientras tanto, en mi mente calenturienta, alejada de aquel diálogo, rumiaba con mayor intensidad la idea que me había motivado a llevar a Jazmín a aquel particular antro.

Le había pedido a mi amigo que le ofreciera a Jazmín un baile erótico privado. Por mi parte, gracias a un amigo de Roberto, me metería a la bodega para, desde ahí, asomarme hacia los privados. Todo esto con el fin de grabar con mi celular a Jazmín en situación comprometedora. Planeaba enviarle aquél video a Álvaro, su futuro marido, para que dudara sobre su decisión de matrimonio, y quizás se arrepintiera de ello.

Ahora era tiempo de dar el siguiente paso. Interrumpí la plática entre aquellos dos para pedirle a mi amigo uno de sus servicios privados para mi ?amiga?. Ella, por supuesto, se quedó boquiabierta pues no se lo esperaba y, un poco avergonzada, dio un par de negativas las cuales Roberto terminó por vencer al decirle que su servicio sería bastante soft. Además lo haría en un lugar reservado, lejos de miradas indiscretas, pues estarían sólo ellos dos. Enfatizó que ni yo podría verlo ya que la tendría que esperar. Ningún hombre, excepto los strippers, podía entrar a donde la llevaría. Jazmín me vio como si necesitara de mi aprobación y por supuesto que yo asentí.

Una vez hecho lo anterior, Jazmín se fue con mi amigo. Mientras él la conducía, sin que ella se diera cuenta, Roberto me hizo una seña que yo supe interpretar por lo que poco después me acerqué al camarero que mi amigo me señaló.

Roberto se había puesto de acuerdo con su amigo, el camarero, para que me llevara a la bodega. Y así, una vez que aquél me permitió entrar, le di una propina y se marchó dejándome allí solo. Con cuidado, coloqué unas cajas de madera sobre otras, para poder trepar y así ver hacia los cubículos. Preparé mi celular para grabar y procedí a asomarme.

Cuál sería mi sorpresa al ver lo que sucedía tras ese muro. ¡Jazmín y mi amigo ya estaban en plena faena sexual! Aquel no había sido el trato, por supuesto. Le había pedido a mi amigo que creara una situación comprometedora, pero no que se la follara.

Roberto estaba sentado en una silla plegadiza y sobre él Jazmín ya lo cabalgaba cual verdadera jinete.

Haciendo a un lado mi primer crudo impacto, me asombró verdaderamente el desenvolvimiento de mi antigua compañera. Si bien su natural cuerpo evidenciaba un carácter sexoso, nunca me habría imaginado con que agilidad e ímpetu podría moverse en una situación así.

Los gemidos de mi amiga llenaban el solitario lugar, el cual, por sus características, creaba una reverberación acústica que los hacían aún más cachondos y sensuales. Escucharla gemir así, y verla menearse de tal forma, me hizo pensar que aquella mujer verdaderamente necesitaba de una buena cogida. Y qué pendejo había sido al no habérsela brindado yo mismo y, en cambio, dársela en bandeja de plata a mi amigo Roberto.

Poco después, vi cómo Roberto, tomándola de su cintura con ambas manos, la levantó hasta que su gordo pene escapó de lo que parecía una apretada opresión vaginal. Jazmín se quedó parada frente a él, contemplando atónita aquel falo, como si ella no pudiera asimilar aún cómo tal pedazo de carne (tan largo y grueso como el brazo de un niño regordete de dos años) hubiese podido entrar todo en su estrecha cavidad.

Mientras de forma ágil y resuelta, Roberto acomodaba a Jazmín sobre sus cuatro extremidades en aquella pequeña silla (de tal forma que pudiera follársela de a perrito), alcancé a escucharla diciéndole que era la primera vez que cogía con alguien a quien apenas había conocido. Roberto, sin decir nada, sólo se limitó a levantarle la falda (que Jazmín ni siquiera se había m*****ado en quitar) y la comenzó a penetrar.



Debo reconocer que el cabrón de mi amigo sabe su oficio pues, desde las primeras embestidas, ya la tenía gimiendo de placer. Los embates eran cada vez más brutales, mientras que las manos de él se aferraban a la cintura de mi ex compañera con tal fuerza que no le permitían escapar de tan frecuentes y feroces penetraciones.

Las nalgas de Jazmín eran todo lo hermosas que imaginé. Hechas de carne prieta, demostraban su firmeza pese a su gran volumen y los empellones que estaban recibiendo.

Pese a los varios minutos que duró tal cópula, él no parecía agotarse, la bombeaba duro y constante, al mismo tiempo que Jazmín expulsaba gemidos cada vez más agónicos de placer. Parecía que Roberto podría seguir así por horas, sin embargo, mi amiga, después de tan sólo unos veinte minutos, ya no aguantó más y gritó: ?¡Ya... ya por favor para, para!?.

Después de una última y contundente estocada, mi amigo sacó su largo y carnoso miembro del bien formado cuerpo de Jazmín, a quien ayudó a incorporarse.

Supuse que el haber estado en aquella posición, durante todo ese tiempo, la había dejado engarrotada pues, al ponerse en pie, Jazmín se dio un amplio estirón desentumecedor, al mismo tiempo que expulsó una especie de gemido bastante sensual.

En tal movimiento por poco me pesca, pues miró hacia arriba, aunque afortunadamente me guarecí a tiempo.

Sin atreverme a asomarme aún, los oí charlar detrás del muro.

??Jijo?, ni mi novio me da tanta batalla ?decía ella con gracia.

?Pues cuando tú quieras corazón. Ya sabes, estoy a tus órdenes ?le dijo Roberto con total confianza.

?No lo creo, dentro de unos días me caso. Y ya no seré libre. Voy a ser una mujer felizmente casada ?comentó Jazmín con regodeo.

?¿Y eso qué? Casada o soltera, da igual, yo te cumplo. ¿O no crees?

Ella rió en respuesta.

Cuando volví a echar un vistazo, Roberto sostenía con ambas manos las pantaletas de mi amiga, a quien caballerosamente ayudaba a colocárselas. Ella introdujo primero uno y luego otro pie en dicha prenda y él la subió cuidadosamente hasta acomodársela. En agradecimiento, Jazmín le dio un tierno beso al mismo tiempo que una de sus manos se topó con el miembro, aún duro y erecto, de mi amigo. Al notar que seguía tan firme como al principio, ella froto aquel pedazo de carne.

?Oye, sigues pero si enterito. ¿A poco te vas a quedar así? ?le preguntó Jazmín.

Roberto, le acarició el rostro y respondió:

?Si quieres me vengo aquí, en tu hermosa carita.

Jazmín se sonrojó y bajó la mirada un poco chiveada.

?No, y qué tal si cuando salgamos él se da cuenta.

?¿Por qué?

?Ay, porque quedaría oliendo ?le dijo Jazmín como señalando lo obvio.

?¿A qué quedarías oliendo? ?preguntó Roberto maliciosamente.

?Pues a qué va a ser, a tu semen ?le dijo ella con las mejillas más rojas que un tomate.

Roberto rió.

?No te preocupes. ¿Qué te parece si me vengo en tu linda boquita y así te llevas un recuerdo mío?
Jazmín ya no se hizo del rogar. Era más que obvio que Roberto le encantaba. Lo besó en señal de asentimiento y se dispuso a hincarse para estar a la altura de su enorme miembro. Pero antes, Roberto colocó una pequeña colchoneta para que ella no se lastimara las rodillas.

Roberto se quitó el condón que, hasta ese momento, había envuelto su pene tan estrechamente como embutido.

Acercó su miembro a los labios de Jazmín y ésta lo chupó y masturbó hasta conseguir el clímax. Eyaculó tanto que parte del líquido se le escapó por las comisuras de los labios a mi ex compañera.

Con total malicia, Roberto apretó las fosas nasales de Jazmín no dejándole respirar por lo que ésta tuvo que tragarse los espermas de mi amigo. Aquella le reclamó tal acción pero Roberto se limitó a reír. Pese a tal burla, vi que Jazmín no parecía enojada, muy por el contrario, salió abrazada de uno de sus macizos brazos como si fueran una pareja amorosa de novios.

Poco después de verlos irse bajé y salí de la bodega. No obstante, ellos me ganaron. Cuando salí, Jazmín ya me buscaba viendo a su alrededor, por lo que me acerqué explicándole que había ido al sanitario.

Perversamente le pregunté sobre su experiencia a lo que ella, sin evitar sonrojarse, sólo respondió que había estado bien y sonrió. Yo ya no quise insistir en el tema y guardé silencio mientras veía que Jazmín entrelazaba los dedos de una de sus manos con los de Roberto. Eso me m*****ó.

En ese momento pensé que de seguro aquel no sería el único encuentro sexual entre ellos. Casada o no casada, ese cabrón de seguro se la volvería a coger y quizás, incluso, por petición de ella.

Fue inevitable sentir celos. Sin embargo, no podía dejar de lado que yo mismo lo había provocado. Yo los había presentado y fui yo quien, planeando una cosa totalmente diferente, había provocado que aquellos dos llegaran a eso. En una frase, yo mismo había entregado a Jazmín en bandeja de plata, pese a lo que sentía por ella. Aquello me mortificó.

Durante el trayecto en el auto contemplé una sonrisa plena en mi ex compañera. Jazmín se veía totalmente feliz.

Al llegar a su casa se despidió dándome las gracias. Antes de bajar del auto me dio un beso en la mejilla y yo alcancé a oler, proveniente de su boca, un cierto tufillo que sin duda provenía del esperma de mi amigo. Percibir aquel aroma me produjo una mezcla de sensaciones; por una parte me causó repulsión, pues sentía como si me hubiera embarrado tal viscosidad en mi cara, pero también me llevó a recordar la lujuria expuesta por Jazmín apenas unos minutos antes.

Viendo a Jazmín caminar hacia la puerta de su casa, contoneando aquella sugestiva figura, a la vez que recordaba su cachondería de hacía sólo unos minutos, una erección creció bajo mi pantalón.

Arranqué el auto y me fui a casa con intención de masturbarme en honor de mi amiga.

Ejercicio físico

Todo desaparecía a mi alrededor al tenerla fija en mi mente... Jazmín... Jazmín. Aquella hembra que conocí como adolescente pero que ahora era toda una mujer... y qué mujer.

Poseedora de ese culazo de infarto, bien redondo y bien firme. Dueña de esas ubres, de las que cualquier hombre quisiera ser amamantado. Delineada por tan delgada cintura, hecha para afianzarse a ella mientras se le penetraba... ufff. Y qué bien recibía los empellones. Yo mismo lo había visto.

Las paredes de mi habitación se esfumaban al fugarme en mi fantasía.

Únicamente necesitaba cerrar mis ojos para que las imágenes que había presenciado, tan sólo unas horas antes, volvieran ante mí. Era
Jazmín, hincada sobre una pequeña silla plegadiza, ofrendando aquel hermoso culo moreno a aquél musculoso macho que la penetraba desde atrás.

¡Y qué culo...! De voluminosas y macizas carnes. Cubierto por una tersa piel que invitaba a ser lamida, acariciada. Apenas tembloroso, sólo lo suficiente para demostrar que era blando pero nada guango. Pareciera hecho por diseño. Hecho para un solo propósito: atrapar las secreciones masculinas. Lo que en mi tierra llanamente se le conoce como un Atrapa mocos.

Con esa imagen no podía menos que explotar. Pero, una vez hube eyaculado, me sentí vacío. Ella no estaba y yo la necesitaba.
Jazmín... yo la deseaba. Como un obseso la ambicionaba.

«¡Pero claro, el video!», inmediatamente recordé.

Yo tenía aquella grabación comprometedora y la podía explotar. Aún no habían acabado mis posibilidades con Jazmín. Por medio de las redes sociales, di con la dirección de correo electrónico de su novio, Álvaro.

Dejándome llevar más por mi deseo que por mi pensar, le envié tal video al desconocido desde una cuenta anónima, y esperé. Aunque en realidad, con el tiempo, me fui dando cuenta que lo que podía esperar serían problemas: Jazmín podría darse cuenta que yo había sido quien grabara y enviara aquello, por lo que podía esperar consecuencias. No sé.

En fin, pasaron los días, y dado la falta de nuevas, decidí que aquello era lo mejor. La verdad me estaba preocupando por las repercusiones de mi precipitada acción. Me calmé y me distraje en otros asuntos. A poco más de una semana de aquella noche del antro, ya ni me preocupaba de la cuestión. De tal forma que no esperaba esa llamada.

La sexy voz de Jazmín se oyó por el auricular cuando contesté.

?Hola, ¿cómo estás? ?ella me dijo.

?Bien, ¿y tú?

?Muy bien. Con los últimos preparativos para mi boda. Oye, quisiera saber si nos podríamos ver.

Un par de horas más tarde, nos encontramos en un restaurante. Ella vestía más sensual que nunca. Un entallado vestido carmesí delineaba sus buenas formas. Muchos hombres la volteaban a ver con interés. ¿Acaso vestía así por mí?, me pregunté.

Platicamos de los viejos tiempos con total confianza y luego entramos en una conversación más personal.

?Oye, quería agradecerte lo de la otra noche. Estuvo genial. Tu amigo Roberto se portó maravillosamente ?me dijo, con una coqueta sonrisa.

?¿De verdad te divertiste? ?le dije con malicia.

Ella enmarcó su cara con una sonrisa y sus mejillas se sonrojaron un poco.

?¿Te puedo confiar algo? ?me dijo casi en un susurro.

?Claro.

?Bien, creo que puedo confiar en ti. Mira, la verdad es que tu amigo Roberto me... ?Jazmín decía, pero se interrumpió cuando paso una persona cerca.

Luego se inclinó más hacia mí y yo le correspondí para lograr ser más íntimos.

?Roberto me dio una de las mejores cogidas de mi vida ?dijo en susurros y se volvió a sonrojar.

Luego me contó, con lujo de detalles, lo que yo mismo ya había visto sin que ella se diera cuenta.

?...bueno el caso es que aquello me hizo dudar sobre mi matrimonio. La mera verdad, tu amigo, me dejó picada («vaya que te dejó bien picada», pensé). Así que lo volví a buscar ?Jazmín me confesó.

Yo quedé boquiabierto tras escucharla. Así que el cabrón de Roberto ya se había follado a Jazmín por segunda vez y yo... «¡Carajo!», pensé «¡¿Y yo, pa´ cuando?!».
Lleno de indignación, escuché lo que Jazmín me compartió:

?Aquella noche que me dejaste en casa, tuve que dar explicaciones a mi novio de por qué había llegado tan tarde. Él ya había llamado, tratando de localizarme ya que no le había contestado antes en el móvil. La verdad es que lo apagué cuando estuvimos en aquél antro, y ya ni me acordé de encenderlo de nuevo.

Mentí diciendo que me había entretenido con una vieja amiga de la prepa. También les mentí a mis padres y luego subí a mi habitación.
Caminaba con cierta dificultad, a decir verdad... nunca nadie me había dejado así, adolorida de tanto... bueno pues... ya sabes, de tanto coger.

(Ella rió y a mí me pareció extraña su abierta sinceridad. Jamás antes había escuchado a una mujer hablar con tal confianza de esos asuntos)

Nomás de recordarlo, auch... me arde la entrepierna. Aunque también se me humedece la vagina. Nunca me habían cogido así. Ese sí que era macho. Se introdujo dentro de mí como todo un semental.

(Yo me moría de celos nada más de oírle decir eso. Aunque también me estaba excitando, nunca había escuchado a una mujer hablar así)

No pude dormir aquella noche, pensando en él. No me quitaba de la cabeza: su musculoso y bien constituido cuerpo; su tez bronceada y aquello enorme y descomunal... ufff... aquel trozo de carne que tenía por pene. Aquello fue una experiencia totalmente especial, y te lo debo a ti. Gracias.

(Yo asentí con torpeza, consciente de mi estupidez al haberla llevado para que se la cogieran en vez de hacérselo yo mismo)

Aunque también me sentía culpable, debo dejarlo en claro, pues le había sido infiel a Álvaro. Me casaría con él en tan sólo unos días, después de todo.

Para despejar mi mente, al día siguiente, decidí volver a mi vieja rutina de ejercicios en un gimnasio al que desde hace tiempo no acudía.

Eso mantendría mi mente y cuerpo ocupados, por lo menos eso creí, pero... no sé qué me pasó, parecía que lo ocurrido la noche anterior me hubiese abierto los ojos o, mejor dicho, el apetito sexual, pues a cada rincón que volteaba veía a algún chico que se me antojaba. Veía a los hombres con distintos ojos.

No sé qué me estaba pasando. ¿Acaso me estaba convirtiendo en una pervertida?

(Ella dio un sorbo a su copa de vino y luego prosiguió)

Mientras veía a alguno que otro de los chicos haciendo ejercicio; ejercitando sus bien formados bíceps, sus musculosas piernas, su marcado abdomen, o sus imponentes pechos; fantaseaba con la idea de pedirles que me hicieran el favor de culearme.

(Casi escupí el café que antes había ingerido. ?Así, de plano?, pensé)

Claro que era sólo una fantasía, pero estaba fundada en algo real, mi necesidad de tenerlo de nuevo dentro. Aquello que me hacía tan feliz y que no se comparaba en nada a lo que Álvaro pudiera darme en los siguientes años que viviríamos como marido y mujer.

Notando que mi entrepierna ya se humedecía notablemente; cosa que nunca me había pasado en público; decidí abocarme a algo, a una actividad física intensa. Por ello me incorporé a una clase de aeróbics.

Teniendo en cuenta que allí habría más mujeres que hombres, supuse que así no pensaría más en el sexo; sin embargo estaba equivocada, el instructor era un hombre atractivo, por lo menos así me pareció. Su cuerpo se notaba bien tonificado y su musculatura marcada, aunque no demasiado voluminosa.

Seguí sus instrucciones al pie de la letra. Pero cada que el instructor se acercaba a mí para ayudarme se me hacía agua la pepa.

Mientras hacíamos ejercicios con las piernas, estando a gatas, se me ocurrió pedirle ayuda con tal de que se me acercara nuevamente.

?¡Aaayyy! Me acaba de dar un calambre ?le dije cuando estuvo cerca de mí.

El instructor se hincó junto a mí y tomó mi pierna para darle masaje. Con sus diestras manos sobó mis músculos desde la pantorrilla extendiéndose hasta abarcar toda mi pierna. Sentir sus firmes y ágiles dedos, acariciándome toda la pierna, fue una experiencia deliciosa.

?Es más arriba... ay, en la parte interna del muslo. ?le dije al mismo tiempo que bajaba con lentitud mi pierna haciendo que mi rodilla descansara en el piso.

El instructor subió más su mano hasta la parte interna de mi muslo.

?¿Cómo te sientes? ¿Mejor? ?él me dijo, mientras me daba masaje tratando de aliviar mi dolor.

Cerré ambas piernas entre sí, para agarrar la mano de mi instructor entre mis muslos, casi a la altura de mi entrepierna. Me incliné hacia atrás y hacia adelante en varios movimientos que traté fueran de lo más cachondos, para expresar mi verdadero deseo. Al ver su cara noté que él había entendido.

Lamentablemente, el instructor sacó su mano de entre mis piernas pues, supuse, temía ser descubierto. Aquello pondría en peligro su trabajo, pensé.

No obstante, al terminar la clase me le acerqué y, una vez hubieron salido las demás chicas, me atreví a besarlo. Ya no aguantaba más, en ese mismo momento deseaba que alguien me penetrara.

Él trató de evadirme argumentando que si lo veían flirtear conmigo lo podían despedir del trabajo, pues aquello estaba prohibidísimo. Yo, que no me quería quedar así de caliente, le pedí, le rogué, que me cogiera.

Por fin dio su brazo a torcer. Aceptó y me llevó al vestidor de los empleados. En aquel lugar nos escondimos en un cuartito donde guardaban los enseres de limpieza. Allí, según me dijo, no entraría nadie en ese momento.

Al estar solos, inmediatamente comencé a desnudarlo, cosa que no me costó mucho pues sólo vestía una camiseta y un short. Bajé inmediatamente hasta su sexo que ya estaba erecto y así me lo metí a la boca.

Mientras lo mamaba tomé conciencia de que le estaba siendo infiel a Álvaro por segunda vez y, la verdad, me gustó.

Gocé de su miembro elástico que se hacía cada vez más grande dentro de mi boca. Yo ya estaba ansiosa por meterme ese pedazo de carne en lo más profundo e íntimo de mi cuerpo, así que me levanté y le di la espalda girándome en aquel pequeño espacio con cierta dificultad.

Está de más decir que me esforcé por brindarle lo mejor de mí al ponerme de puntitas, parando así mi trasero haciendo que su hombría se clavara en medio de él. Mi antes instructor y ahora amante, trató de librarme de mi ropa deportiva pero estábamos tan incómodos por el limitado espacio que, colmado por la ansiedad, en un arranque de desesperación lo rasgó. Creó así un agujero por donde pretendía introducir y clavarme su dura hombría.

Yo, tan caliente como estaba, ni reproche puse del daño en mi ropa y paré aún más el trasero, como invitándolo a penetrarme, al mismo tiempo que me apoyaba en el muro frente a mí.

Ya esperaba con verdaderas ansias al invasor cuando unos ruidos nos pusieron en alerta. Al parecer alguien había entrado a los vestidores y se acercaba al cuartito donde estábamos. Rápido, arreglamos nuestras ropas lo mejor que pudimos, apenas a tiempo, pues efectivamente se trataba de la Señora de la limpieza que con sorpresa nos cachó en aquel lugar.

Ya ni dije nada. Salí rápidamente del lugar sin siquiera despedirme ni mucho menos darle mi número.

Dado el agujero en mi ropa me fui directa a los vestidores de las damas, dispuesta a cambiarme.

Una vez vestida salí del gimnasio llena de vergüenza. Aún a metros del gimnasio sentía que mi rostro sonrojado me delataba, me juré no volver a hacer una locura así, y el resto del día lo pasé con amigas.

No obstante no podía más, necesitaba de Roberto, así que terminé por hablarle?.

?Él te dio su número ?interrumpí.

?Sí, me lo dio antes de salir de los privados del antro aquella noche ?me dijo Jazmín.

?En fin, nos volvimos a encontrar, esta vez nos reunimos en un cuarto de hotel. Debes entender que yo estaba muy nerviosa, nunca había hecho algo así.

?Te refieres a ponerle los cuernos a tu novio ?le pregunté.

?No, me refiero a todo. ¡Claro que nunca le había sido infiel a Álvaro! ¡¿Quién te crees que soy?! Yo lo amaba... es decir, lo amo. Es sólo qué... Bueno, a lo que me refiero es a que nunca me había citado con un hombre en un hotel.

(Yo dudé de que aquello fuera cierto, pero la dejé proseguir)

Ya en la habitación, nos desnudamos. Si bien ya lo había visto, yo no pude dejar de admirar el vigoroso cuerpo de Roberto.

Como en la ocasión anterior había quedado adolorida y acalambrada tras nuestro ayuntamiento, Roberto me recomendó hacer una serie de calentamientos previos. No cabe duda, el es todo un profesional y un caballero, ningún hombre había sido tan atento conmigo. Muy considerado de su parte, me lo recomendó y yo seguí su consejo. Después de todo, lo que haríamos era una actividad física como cualquier otra.

Hice una serie de estiramientos y Roberto me ayudó a estirar mis piernas al máximo. Nunca creí que pudiera llegar a ser tan flexible y llegar a tales límites de abrir mis piernas como un compás.

Mientras me ayudaba, pude percibir su agradable aroma, olía riquísimo. Sus manos eran grandes y fuertes, era notable su potencia física cuando me tomaba de la cintura y de mis piernas. Yo ya pensaba en que, con aquellos musculosos brazos, me levantara en vilo elevándome al mismísimo cielo tan sólo para dejarme caer en su dura y maciza virilidad.

Más adelante nos pusimos a gatas y comenzamos otras flexiones y estiramientos.

El calentamiento físico poco a poco se convirtió en un calentamiento sexual. Al poco rato, aún sobre la alfombra de la habitación, yo ya estaba encima de su cabeza, cerrando mis piernas para atenazar entre mis muslos su bello rostro, al mismo tiempo que él me absorbía los jugos que yo expulsaba.

Sus manos pasaron de mis nalgas a mis pechos, los cuales apretó como frutos sensibles.

Así como estábamos, lo comencé a cabalgar como si de un toro mecánico se tratara. Ensamblada sobre su cabeza, lo monté como amazona. Me moví frenética, rozando mi clítoris con su nariz. Procuré que aquel apéndice mi hiciera feliz.

Me inclinaba adelante y atrás, en movimientos que expresaban mi verdadero deseo. Ser penetrada por su ruda carne.

Ya no aguantaba más, lo deseaba, en verdad lo deseaba. Antes de que se atreviera siquiera a tomar un respiro, me dejé llevar por mis instintos de mujer. Mi vagina ya hacía agua al saber de aquel paquete que él se cargaba entre las piernas. Yo no podía más... No sé cómo pero me animé a pedirle, no..., a exigirle, que me cogiera.

Le pedí, le rogué, casi le supliqué que me lo hiciera.

Por fin me llevó a la ansiada cama. Sus fuertes brazos me transportaron y, para mí, fue como si de un divino sueño se tratara.

Roberto me lanzó a la cama y, al rebotar en ella, tomé conciencia de que esa era la primera vez que yo convocaba a un hombre exclusivamente para que me cogiera y, la verdad, me sentí plena. Me sentía satisfecha de buscar y conseguir mi propio placer sin esperar a que un hombre me lo ofreciera.

Antes de la penetración, gocé de su miembro esponjoso que se hacía cada vez más grande dentro de mi boca. Yo ya estaba ansiosa por meterme ese pedazo de carne en lo más profundo e íntimo de mí, así que me levanté y, tras un breve cachondeo durante el cual aquel fornido y masculino ser me estrujó entre sus fuertes brazos, le di lo mejor de mí.

Está de más decir que me esforcé por brindarle el mejor sexo que le pude ofrecer; un hombre como aquél se lo merecía.

(«...un hombre como él, la próxima que lo vea me las pagará, vaya que me las pagará. Pedazo de cabrón», pensé)

Ambos dimos todo en aquellas sábanas que terminaron empapadas de nuestro sudor.

Mientras yo estaba arriba de él, montándolo con todas mis energías, inesperadamente se escuchó un tono melódico. Era el timbre de mi celular que sonaba desde la mesilla cercana, donde lo había dejado. Ambos nos miramos como interrogantes de si debíamos parar o no. Pero yo no estaba dispuesta a hacer una pausa que irrumpiera nuestro bien ganado ritmo. Yo seguía bien caliente. Así que, sin desmontarme de él, alcancé el aparato y vi que se trataba de Álvaro.

?Guarda silencio ?le dije a Roberto y contesté?. Hola amor. ¿Cómo estás? ?le dije tiernamente a Álvaro, a través del móvil.

Mientras le mentía sobre dónde estaba, diciéndole que andaba de compras con mis amigas, continué cabalgando a Roberto. Álvaro ni se imaginaba que justo en ese momento montaba a ese hermoso macho.

Seguí hablando con mi futuro marido mientras Roberto y yo apresuramos nuestros movimientos pasando de un trote ligero a una cabalgata acelerada. Yo reía mientras trataba de convencer a mi futuro marido de que mi agitación se debía a que estaba corriendo tras de mis amigas en el centro comercial.

Sin cortar la llamada, cambiamos de postura. Yo me recosté sobre mi vientre en la cama y le tocó a Roberto el turno de montarme. Fue entonces él el jinete y yo la montura.

El muy canijo comenzó a arremeterme con tal frenesí que me hizo gritar varias veces, por lo que decidí mejor cortar. Le di cualquier pretexto a Álvaro y le colgué. Apagué el aparato para que ya no nos volviera a m*****ar. Ya me las vería después con él. Eso en aquel momento era lo que menos me importaba.

?Te pasas, ves que estoy hablando y tú dándome bien recio ?le dije?. Pero ahora vas a ver.

Me giré y me comí sus labios a besos y, posteriormente, su tranca a sentones.

Lo cabalgué cual vaquera experta queriendo domar a indómita bestia. Violenta y bruscamente. Por primera vez me di cuenta de la energía que me desbordaba?.

Tal testimonio me dejó asombrado. Excitado y asombrado, la mera verdad. Quizás, más que por lo narrado, por el hecho en sí de que
Jazmín me lo confiaba sin reparo alguno. No sabía lo que la había impulsado a contármelo.

De repente escuché un timbre y vi que provenía del bolso de Jazmín quien sacó su teléfono y contestó.

?¿Bueno...? Ah, sí. Entonces ya estás listo... Perfecto. Sí ya terminamos, ¿okey? Ya, ya partimos... Muy bien entonces allá nos vemos. Bye. ?Jazmín dijo y colgó.

Tras cortar la llamada, me vio y sonrió.

?Bien, ¿nos vamos? ?me dijo.

Yo, que tras oír su historia me había quedado atontado, no entendí. ¿Es que había hablado con su futuro marido con quien ya tenía una cita? No sé. Lo cierto es que nuestra conversación había acabado y partíamos del restaurant.

Minutos después, ya íbamos dentro del auto. Ella había pagado la cuenta pues se había empeñado en ello. Según decía, estaba muy agradecida conmigo por haberle presentado a Roberto así que, además de haberme invitado en el restaurante, me tenía preparada una sorpresa.

La sorpresa

Sin podérmelo creer, después de haber seguido sus indicaciones, Jazmín me señaló la entrada a un motel, indicándome que me metiera allí mismo.

Tras pagar, metí el auto en el estacionamiento de una de las villas.

?Estoy por demostrarte lo agradecida que quedé por lo que me hiciste. Te voy a brindar la experiencia sexual más memorable de tu vida ?Jazmín me prometió.

Eso parecía un sueño; la realización de la más deseada fantasía. La mujer que más he deseado ofreciéndome lo que más he anhelado.

Después de salir del auto subimos a la habitación.

El aroma de la limpieza del lugar me colmó. Ese olor quedaría por siempre ligado en mi memoria con tan particular momento, sin duda.
La iluminación era tenue, cálida. Bajo esa ambarina luz, Jazmín corrió el cierre de su ajustado vestido rojo y se desprendió de él.

La piel era tan tersa y uniforme. Morena y bien firme; no había flacidez en ningún miembro. Todo su cuerpo estaba bien entonado en curvas que iban de lo sugerente a lo francamente incitador. «Y por Dios, esas nalgas, Señor, esas nalgas». Las caderas apenas eran la voluptuosa invitación, pero cuando le mirabas la espalda podías contemplar dos gajos de carne perfectamente curvilíneos y frondosos.
La estabilidad y suavidad de aquellas redondeces la pude palpar cuando me atreví a acercarme.

?Yo siento algo muy especial por ti desde la prepa. Mira, compruébalo ?le digo, al mismo tiempo que tomo una de sus manos para que se pose sobre la bragueta de mi pantalón.

Bajo la tela de mi ropa, mi pene erecto aguarda. Jazmín me mira con rostro impávido y yo aprieto mi mano sobre la suya para que ésta, a su vez, comprima mi pene. La dureza de éste es innegable y Jazmín lo constata.

?Ay, tu amigo está... a todo lo que da ?ella me dice y me sonríe pícara.

Por vez primera me atrevo a besarla. La sujeto de sus deliciosas nalgas con ambas manos y me doy cuenta de la realidad de lo que estoy viviendo. En verdad le estoy agarrando, en francos apretones, las extremas redondeces a mi amor. Tomo su trasero con tal ímpetu que logro levantarla unos centímetros del suelo.

Jazmín en todo su esplendor luce hermosa. Sin necesidad de costosa lencería ella es perfecta. La abrazo y beso, esta vez profundamente pues, cuando abre su boca, hundo mi lengua enredándola con la de ella.

Recorro su cuerpo con ambas manos; la voluptuosidad de su silueta me lleva por montes y valles que transito con sensualidad. La acaricio desde su espalda hasta sus glúteos; me regocijo con estos montes de carne, sin olvidarme de los otros: sus senos. Por primera vez los sopeso; los amaso; los exprimo. Creo que no puedo abarcarlos por completo pues son muy grandes pero, aún así, tomo cada uno de los dos en apretujones cariñosos pero pasionales.

Su cuerpo es tan hermoso como imaginé; sus pezones oscuros y suaves al tacto. Meto uno de ellos en mi boca y jugueteo con él hasta que queda erecto. Sigo con el otro y después la beso.

Jazmín me desnuda, ávida, acelerada. Ella va más rápida que yo.

Al tenerme totalmente en cueros, frente a ella, es Jazmín quien toma la iniciativa. Pese a que yo quiero seguir con el cachondeo, mi antigua compañera de colegio va hacia su bolso de dónde saca una cámara de video y un pequeño trípode.

La coloca sobre el tocador de tal manera que enfoque hacia la cama. Nunca me lo habría imaginado, Jazmín quiere guardar buen recuerdo de nuestro encuentro pasional.

Luego me pide (mejor dicho, me ordena) que me recueste en la cama. Hechizado por su desnudez, así lo hago. Sin embargo, ella me dice que me dé la vuelta para quedar bocabajo. Por mi mente pasa la idea de que piensa darme un sensual masaje, pero no.
Jazmín saca una cuerda de su bolso.

?Para que yo te pueda recompensar como mereces, debes permitirme realizar una fantasía ?ella me dice.

Acepto, quizás sin pensármelo debidamente, pero sigo seducido por tan divina mujer a quien sin duda no conocía del todo. Jamás me imaginé que tales juegos de dominación figuraran en aquella cabecita.

Jazmín ata mis brazos y piernas con tal firmeza que no puedo moverme. Quedo completamente a su merced, pero no me importa. A
Jazmín la adoro tanto que por ella daría todo. Incluso rompería con mi empedernida soltería, con tal de unirme a ella. Con tan sólo imaginármelo tengo una poderosa erección, que estando como estoy me incomoda.

No obstante, después de unos segundos, tomo conciencia de que Jazmín ha salido de mi campo de visión. No la percibo ni con el rabillo del ojo.

?¡Jazmín! ?le grito inquieto.

Afinando mi oído la escucho hablar por su teléfono móvil. «¿Con quién habla?», me pregunto. Oigo sus tacones al golpear el piso de madera. Ella se aproxima mientras continúa hablando.

?...villa 531. Muy bien, te espero ?ella dice y luego cuelga.

Al estar al alcance de mi vista puedo ver que se ha vuelto a vestir. No lo entiendo.

?Bien corazón, estás a punto de recibir lo que te mereces ?me dice.

Su manera de hablar ha cambiado. Si antes la sentía cálida y cachonda, ahora creo que es fría, dura... amenazante.

?Pero qué... ¿Qué pasa? ?argumento, sin comprender la situación.

Mientras ella revisa mis ataduras me responde como si todo fuera obvio:

?Nada... sólo las consecuencias de tus actos.

Por más que trato de librarme no me es posible. Tocan a la puerta.

Jazmín va a abrir.

Alguien entra. Escucho el rechinar de suela de tenis sobre el suelo de duela de la habitación. Sea quien sea se aproxima.

?Hola Fer.

Reconozco la voz. Es Roberto.

?¡¿Qué haces aquí?! ?digo, mientras sigo atado y viendo que todo va muy mal, pero que muy mal, pues noto que Roberto le sonríe a
Jazmín manifestando una confabulación.

Roberto guarda silencio.

?Yo le pedí que viniera. Él es parte de la sorpresa de la que te hablé. Una parte muy importante, por cierto ?dice Jazmín y sonríe al final.

Desde el fondo de mi instinto, nace un temor que invade todo mi cuerpo.

?¡Suéltame! ¡Roberto... ¿qué es esto?! ?le grito, desesperado ante esta situación.

?Mira hermano, no creas que esto es cosa mía, eh... ?me dice acercándose, al mismo tiempo que se quita la chaqueta de cuero negro que portaba.

?Pues yo no tengo objeción en asumir total responsabilidad. Así como tú deberías asumir las consecuencias de tu descaro ?dice Jazmín.

?¿Pero qué... de qué hablas? ?replico.

?Qué pretendías al mandarle ese video a Álvaro, ¿eh? ¿Joder mi matrimonio? ¡¿Mi vida?! ¡¿Joderme a mí?! ¿Ah? ¿Eso querías?

«¡El video!», de pronto aquello estalla en mi cabeza.

?No... no, yo sólo... ?digo tratando de poner mis pensamientos en orden?. Sólo quería estar contigo. No quería que estuvieras con él... no quería que estuvieras con nadie más ?le digo con franca honestidad.

?Pues déjame decirte algo, con quien quiera estar es asunto mío. ¡¿Oiste?!

?Bueno, okey, ya entendí. Perdóname. Te pido que... ?me interrumpo cuando noto que Roberto continúa desvistiéndose quedando sólo en calzoncillos?. ¡¿Pero qué... qué pretendes?! ¡¿Qué carajo quieren?!

?Güey, ya te dije. Esto no es cosa mía. A mí sólo me pagó para hacer esto y... bueno, para mí sólo es eso. Esto no es nada personal.
Para mí sólo es chamba ?al decir esto último, Roberto se baja el calzón mostrando su grueso, vergudo y tieso miembro.

Mi estupor no puede ser mayor.

? ¡Ayuda! ¡Alguien ayúdeme! ?grito lo más alto que puedo.

?Ni te esfuerces. Le pedí a Roberto que rentara las dos villas a los lados, así que nadie más está tan cerca como para escucharte ?me dice y luego toma su bolso?. Bien pues los dejo solos ?dice y le da un beso en la boca a Roberto?. Ahí te encargo la cámara.

?Okey, no te preocupes ?le responde.

Jazmín se acerca a mí y me dice unas últimas palabras:

?Y para que lo sepas, yo sí amaba a Álvaro. Lo de su situación económica no es lo que más me importaba. Y lo que hice con Roberto sólo fue sexo, sólo fue eso. Pero ustedes hombres, sino son ustedes... sólo siendo hombres tienen derecho a divertirse. Una siempre queda como puta; ya sea que le paguen o que sólo lo hagamos por gusto, una siempre es su puta. Bien, pues ahora soy yo la que te invita. Disfrútalo.

Jazmín se va y, tras cerrar la puerta de la habitación, escucho sus taconazos alejarse hasta desaparecer. Percibo como el colchón se hunde y se sacude indicando que Roberto se ha subido en él.

Siento sus rodillas rozando mis piernas desnudas las cuales abre entre sí.

?¡No, no, no! Espérate Roberto, no tienes que hacer lo que ella te dijo. Si es cosa de dinero yo te pago. Dime, ¿cuánto quieres? Te juro que te pago y me olvido de esto.

?Lo siento amigo, pero un trato es un trato y yo soy muy profesional. Pero no te angusties, que justo por eso aquí traigo un lubricante y te voy a guiar y a preparar previamente ?me dice el infeliz, y empiezo a sentir sus dedos al aplicarme un gel en donde nadie me ha tocado antes?. Mira te voy a dar un tip, tú sólo piensa que estás en consulta y un médico te está auscultando.

Mientras veo hacia la cámara que está grabándonos siento cómo uno de sus dedos comienza a abrirse paso.

?¡Hijo de tu puta madre! ?grito mientras me sacudo a más no poder.

?Cálmate, que esto no es nada. Ahora viene lo bueno.

Sus rodillas avanzan más y las siento a la altura de mis caderas.

?Ahora haz de cuenta que te voy a administrar un pequeño supositorio y que es necesario que lo recibas por el bien de tu salud.

Por más que me sacudo, siento la cabezona punta de su tolete colocándose justo a la entrada de mi ano y...

?¡¡¡¡Aaaahhhhh...!!!

?Bien, ahora piensa que te estás cagando, pero que es tan grande la mierda que tienes que devolverla.

?¡Hijo de tu reputííísiiimaaa...!

?Eso es... ya ves. Ya está toda adentro. Ahora trátala de expulsar de poco a... aaahhh... ¡...ay, qué rico cabrón! ¡Eso, ¿ya viste?! Qué rico me la estás exprimiendo. Si es cosa de dejar que el cuerpo siga su instinto, nada más. La naturaleza es muy sabia y ese agujerito también necesita dar y recibir amor ?me dice el muy cabrón... el hijo de mil putas. El desgraciado de Roberto, cuando ya me ha sacado hasta las lágrimas.



FIN

...eso, viste, ya hasta se te puso dura.

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