Un negro entre mis piernas


Infidelidad Un negro entre mis piernas Aquella tarde primaveral estaba sola; Víctor se había ausentado en un viaje de tres días al interior. Al regresar del trabajo decidí sentarme en un bar cercano a mi casa para tomar un café y relajarme después de un largo día en la oficina?
En una mesa cercana había un mulato bastante interesante; joven, musculoso y parecía ser bastante alto. Comenzó a mirarme y yo naturalmente no esquivé sus miradas. En un momento me sonrió y yo le devolví la sonrisa.
El juego con ese negro bien largo comenzó a excitarme, al punto de sentir mi entrepierna un poco humedecida. Estaba pensando si ese hombre se animaría a dar otro paso, cuando de repente vi que se levantaba de su mesa y se acercaba a la mía? Al verlo de pie, pude comprobar que era interminable; medía casi dos metros de altura.
Me pidió permiso para acompañarme y entonces nos pusimos a conversar. Era un jugador de básquet de origen americano, que llevaba bastante tiempo radicado en Buenos Aires. Compartimos otro café y finalmente me acompañó unas cuadras hasta mi edificio.
Al llegar a la entrada se puso un poco mimoso, acariciándome el pelo y rozándome la cintura con sus enormes manos. Buscó mi boca con sus labios y no se la negué. Me apretó contra su longilíneo cuerpo y entonces sentí un enorme bulto entre sus piernas, rozando mi vientre?
Me volví loca de deseo. Llevaba una semana entera sin coger con mi esposo, que andaba un poco estresado por problemas en su trabajo. Ya me había cansado de usar mis dedos para satisfacerme a solas?
Entonces perdí la capacidad de razonar y me deje llevar?
Obedecí a mis instintos naturales, que me exigían tener ese pedazo de verga negra dentro de mi cuerpo, para gozar yo y hacer gozar a ese negro.
Entramos al palier; yo no quería que ningún vecino chismoso me viera acompañada de ese hermoso ejemplar de mulato. En el ascensor ya me desgarró la tanga y metió sus dedos por debajo de mi falda, encontrando mis labios vaginales ya totalmente humedecidos?
Entramos a mi departamento y cerré la puerta con un golpe de caderas, mientras el mulato me tenía abrazada por la cintura, apoyándome su erección contra mi pubis?
Me desprendí la falda y quedé vestida solamente con mi blusa y sandalias de taco alto. El negro me comió la boca y nuestras lenguas se entrelazaron, lo cual me provocó una cierta humedad extra en mi ansiosa concha?
Después me hizo girar tomándome por las caderas y otra vez apoyó su erección contra mis nalgas desnudas. Era algo descomunal, podía sentir algo duro y gigante allí abajo.
Me abrazó desde atrás y sus enormes manos desgarraron mi blusa, que quedó hecha jirones en el suelo. Con mucha habilidad desprendió mi brassier y entonces sus largos dedos cubrieron mis tetas, apretándolas y haciéndome sentir placer y dolor al estrujarme los pezones con energía.

Me desprendí de su abrazo y me volví para desvestirlo; porque ya no quería perder más tiempo: mi calentura estaba al máximo y quería sentir su verga enterrada en mi cuerpo?
Quedé asombrada al bajarle el bóxer y encontrar una pija negra enorme; absolutamente enorme y ya bastante endurecida, que brincó al encuentro de mi cara?
Abrí mis labios al máximo y con un leve envión de mi cabeza, me la tragué casi hasta la mitad. Luego comencé a mamársela despacio y el mulato me tomó por la nuca, haciéndome tragar su verga casi por completo?
Esa pija era algo irresistible. Se la mamé y chupé; le mordí la punta y deslicé mi lengua todo a lo largo de ese magnífico tronco de ébano?
Después de verla tan endurecida, finalmente le supliqué que me la metiera bien adentro; que me clavara sin piedad con esa espada negra. Terminé sollozando, suplicándole que me cogiera allí mismo, de pie contra la puerta.
El moreno sonrió y me levantó en vilo por la cintura. Yo separé mis muslos y él me hizo descender sobre la cabeza de su tremenda verga. Comencé a sentir que esa carne endurecida pugnaba por entrar entre mis humedecidos labios vaginales?
Entonces se impulsó hacia arriba, al mismo tiempo que me dejaba caer sobre su verga. Me empaló con suavidad, pero de un solo movimiento.

Pensé que aquel pedazo de carne me destrozaría la vagina; que la penetración me dolería mucho, pero era tal mi calentura y tan intensa mi lubricación que su pija negra entró dentro de mi cuerpo sin problema.
Podía sentir aquella anaconda oscura deslizarse contra las paredes de mi ahora dilatada y chorreante vagina, socavándome al máximo.
Me abrió de par en par, me cogió sin piedad, casi con brutalidad, bombeándome allí de pie, mientras mi cuerpo rebotaba sobre su tremenda verga negra. Yo estaba totalmente empalada, con mis piernas colgando, sujetada por las nalgas y ensartada hasta el fondo por ese hermoso negro.
Mis manos se sujetaban a su grueso cuello y mis piernas se entrelazaban por detrás de su cintura. Me sentía a su entera merced, subiendo y bajando sobre su endurecida pija, que me bombeaba cada vez con mayor intensidad, dejándome todo el tiempo al borde del orgasmo.
Lloré y grité de placer. Fui escandalosamente ruidosa; ya no me importaba que mis vecinos pudieran oírme coger como una perra a los gritos, contra la puerta de entrada, sabiendo casi todos ellos que mi marido estaba de viaje.
Finalmente acabamos al mismo tiempo. Para el mulato fue el primero, pero fue coincidente con el quinto de mis intensos orgasmos?
Sentí que su verga se vaciaba dentro de mi cuerpo, llenándome de semen hirviente. Entonces, así ensartada como estaba sobre su verga, el negro me llevó a la cama y allí continuamos una segunda vuelta?
Al anochecer me desmayé de cansancio y muy relajada; para despertarme con los primeros rayos del sol. Mi amante de ébano yacía acostado a mi lado, con los ojos cerrados y una especie de sonrisa en sus labios?
Me puse a acariciar su verga hasta que finalmente se despertó. Me acarició el cuerpo, hasta terminar metiendo sus dedos en mi concha, que se mojó al instante. Entonces me hizo girar boca abajo y me clavó desde atrás.
Me bombeó salvajemente durante un buen rato, hasta que yo le pedí cambiar de posición. Se acostó boca arriba y yo muy despacio cabalgué sobre él, dirigiendo con mi mano su tremenda verga entre los labios de mi vulva. Y despacio, muy despacio, fui descendiendo, dejándola entrar dentro de mi vagina. Me empalé por completo en su pija negra y luego comencé a balancearme sobre ella, sintiendo cómo iba creciendo y poniéndose dura dentro de mi cuerpo?

Mientras el mulato me acariciaba las tetas y pellizcaba mis erectos pezones, acabé varias veces sobre su verga; hasta sentir que finalmente, él también volvía a llenarme de leche?
Volví a desmayarme y, cuando me desperté, mi negro hermoso ya no estaba allí. Me encerré en el baño a ducharme y luego fui a desayunar. En la mesa de la cocina había dos entradas para un partido de básquet?
Sonreí, pensando que Víctor no desaprovecharía la ocasión de disfrutar ese espectáculo y yo entonces pronto tendría nuevamente a ese negro entre mis piernas?

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