En manos de mi sobrino


Infidelidad En manos de mi sobrino Una tarde en que me encontraba sola en casa, decidí ir a visitar a una prima de mi misma edad, Silvina, con quien había compartido mis años de secundaria en el mismo colegio. Éramos muy unidas y cada tanto nos encontrábamos para ponernos al día sobre las novedades en nuestras vidas?

Hacía un poco de calor y por eso no llevé demasiado abrigo. Me puse un vestido rojo que se pegaba a mi cuerpo y llegaba por encima de mis rodillas y unos zapatos de tacón de aguja color negro

Ya en la calle caminé hasta el taller mecánico donde había dejado mi auto, con la esperanza de que le hubiesen solucionado algunas fallas. Los tipos alrededor no dejaron de decirme toda clase de groserías, como si nunca hubiesen visto una mujer sexy?
Por suerte mi auto estaba listo para ser retirado y antes de subirme, tuve que soportar la mano del mecánico deslizándose sobre mis nalgas. Le dije que mi esposo le pagaría más tarde, pero el muy cínico respondió que yo misma podría pagarle de alguna otra manera que no fuera con dinero.

Mientras manejaba mis piernas temblaban de calentura; pensando que tal vez no sería una mala opción dejarme coger por ese mecánico.
Al llegar a la casa de Silvina toqué a la puerta, pero nadie respondió. Unos minutos después apareció mi sobrino Sebastián, diciendo que su madre había salido de compras con sus amigas.
Por lo agitado que estaba el rostro de ese chico, me imaginé que debía estar masturbándose, porque no tenía fama de ser muy buen deportista.

Sebastián me invitó a pasar, con cierto gesto de fastidio. Era evidente que su paja había quedado a medias?
Caminé por delante de él y pude presentir su mirada de lascivia clavada en mis nalgas; así que decidí contonearlas más de lo acostumbrado. Yo andaba necesitando verga y ese chico estaba muy caliente. Era una ecuación ideal?

Nos sentamos en el salón comedor y crucé mis piernas varias veces frente a él mientras conversábamos; siempre abriéndolas exageradamente para que Sebastián pudiese ver mi diminuta tanga negra casi transparente?

Cada vez notaba que el chico abría más sus ojos y no dejaba de mirar mi tanga. Yo ya no me aguantaba más de la calentura que llevaba?
Mi sobrino cada vez inclinaba más su cuerpo hacia adelante, mirando mi entrepierna ya sin disimulo. Entonces abrí bien las piernas y le pregunté:
?Te gusta mi tanga negra???
Sebastián se puso colorado, pero reaccionó enseguida:
?Realmente hoy estás más cogible que nunca, tía??

Me puse de pie y levanté mi vestido, para que pudiera apreciar mis labios vaginales humedecidos a través de la delgada tela. Giré frente a él?

Entonces ese chico pudo ver mis nalgas separadas apenas por ese delgado trozo de seda negra. De repente sentí que Sebastián se lanzaba de un salto hacia mi trasero. Me tomó por las caderas y comenzó a besar mis redondos cachetes.
Casi me hizo perder el equilibrio, pero cuando iba a caer hacia adelante, él me tomó con más firmeza y comenzó a pasar su lengua por todo mi culo.

Luego me hizo inclinar para poner mis manos sobre el respaldo del sillón y comenzó a darme cachetadas en las nalgas; cada vez me pegaba más.
Mi cola empezó a arderme y mientras yo gemía por una mezcla de dolor y placer, mi sobrino me gritó:
?Te lo voy a dejar bien rojo, como me gusta hacérselo a las putas??

De repente dejó de pegarme y de un rápido manotazo me arrancó la tanga del cuerpo. Se quitó la musculosa que llevaba y me advirtió que me preparara para recibir la mejor cogida de mi vida.

Se inclinó sobre mi cuerpo y me abrió las nalgas con sus manos, para meter su lengua en mi estrecha entrada trasera. Pensé que iba a sodomizarme, así que le pedí que me cogiera por la concha?
?Pero tía? a mí me gustan las putas que se dejan romper el culo?? Dijo.
?Pero tu tía no es una puta y quiero que me cojas como un hombre??
Le respondí alzando la voz y con cierta autoridad.

Su respuesta no se hizo esperar: de repente cambió su lengua por dos dedos, que recubiertos de saliva, invadieron mi ano haciéndome caer hacia adelante y gemir de placer y dolor.
?Tía, te voy a romper bien el culo, te guste o no??

Comenzó a meter y sacar sus dos dedos con más velocidad, haciéndome delirar y jadear de placer. El mocoso sabía realmente cómo complacer a una mujer.
De repente sentí que dejaba de meterme sus dedos y la punta de su verga comenzaba a invadir mi ano. Metió su glande bien grueso y eso me provocó un aullido de dolor.

Sebastián me aferró por la cintura y en un segundo embate me metió el resto de su dura pija hasta el fondo de mi ano. Entonces comenzó a bombearme el culo con un mete y saca muy rápido. Me puse loca por la manera en que ese mocoso me estaba cogiendo. Con su verga enterrada en mi culo, de repente sentí que un orgasmo brutal recorría mi cuerpo. Me mojé la concha mientras su pija seguía taladrando mi culo sin piedad.

?Entonces tía? quién te coge mejor? mi tío o yo??
Entre jadeos y suspiros tuve que decirle que él me cogía mucho mejor?
?Quién tiene la verga más grande? mi tío o yo??
Otra vez le dije que su verga era mucho más grande que la de Víctor.

Sebastián seguía sacando y metiendo su verga de mi ano, mientras me llamaba ?puta? y me juraba que nunca le había dado por el culo a una mujer tan caliente? a una perra tan caliente quiso decir?

Me provocaba mucho morbo todo lo que ese chico me decía y más morbo todavía me daba imaginar que mi prima Silvina pudiera entrar en cualquier momento y encontrarme allí, empalada en la verga de adorado ?nene??

Comencé a acariciarme el clítoris mientras Sebastián me enculaba con furia Mis dedos entraban y salían de mi concha, hasta que acabé en otro delicioso orgasmo.
Mis piernas temblorosas se aflojaron y caí sobre el sillón, todavía con la verga del chico enterrada en el fondo de mi culo. Sebastián advirtió mi orgasmo y eso pareció incrementar su excitación, ya que enseguida pude sentir que se descargaba en el fondo de mi ano.
Luego la sacó y me tomó por los cabellos, haciéndome girar hacia él. Me abrió la boca con sus dedos y zambulló su verga chorreante dentro de mi garganta. Me obligó a lamérsela hasta dejarla totalmente limpia.

Cuando se dio por satisfecho con mis habilidades orales, simplemente se levantó los pantalones y salió del salón, dejándome allí sentada en el sillón, tratando de recobrar mi ritmo cardíaco.
Luego me puse de pie y busqué mi tanga negra, pero no la pude encontrar. Imaginé que ya estaría guardada en la habitación de mi sobrino, para inspirarse cuando quedara a solas?

Le grité a Sebastián para avisarle que ya me iba, pero no me contestó; así que decidí irme sin despedirme. Cuando estaba abriendo la puerta, él se puso detrás y me jaló por los cabellos, tirándome hacia atrás.
?Las putas merecen ser castigadas? por ser putas?? Susurró a mi oído.
Sin soltarme los cabellos me empujó de cara contra la pared. Con la otra mano levantó mi vestido y empezó a azotarme las nalgas con una correa.

Le supliqué que me dejara, porque me estaba doliendo, pero eso lo excitó peor, ya que redobló su furia con los golpes en mi trasero.
Cuando se cansó de azotarme me soltó y me comió la boca con un tremendo beso de lengua. Luego me empujó hacia afuera diciendo:
?Voy a decirle a mi mamá que viniste a visitarla??

Me senté en mi auto sintiendo mucho ardor y dolor. Seguía muy excitada.

Sonreí y me humedecí otra vez, pensando que esa noche Víctor iba a tener que dejarme satisfecha en la cama. Iba a tener que ser a oscuras, porque yo no iba a poder justificar esas marcas de azotes en mi dolorido trasero?


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