En las garras de un viejo mec�nico


Infidelidad En las garras de un viejo mec�nico Esa noche mi adorado Víctor no quiso acompañarme a una fiesta que daba una antigua amiga, para celebrar sus increíbles veinticinco años de matrimonio.
Comprendí que mi pobre esposo estaba bastante cansado después de una larga semana de arduo trabajo en su oficina y entonces le dije que me esperar en casa. Me llevaría nuestro flamante auto, para no tener que pedirle a él que me fuera a buscar más tarde?

La reunión me resultó bastante aburrida y cerca de la medianoche me despedí de mis amistades y emprendí el regreso a casa.
Estaba muy oscuro afuera; era una noche fresca y el cielo estaba nublado. Apenas había recorrido unos pocos kilómetros entre calles oscuras, cuando el motor del auto se detuvo repentinamente. Por más intentos que hice, no pude lograr que volviera a arrancar otra vez.
El lugar donde estaba era bastante oscuro y desolado. Tuve miedo de bajarme del auto. Llamé a la compañía aseguradora para solicitar asistencia técnica, pero a esa hora nadie me respondió.

A pesar de que era tan tarde, decidí llamar al mecánico que siempre le había arreglado los autos a Víctor.
Era un hombre mayor, de más de setenta años, un poco hosco en el trato y muy callado. Su nombre era Don Rafael. Mientras esperaba que llegara este hombre, me quedé encerrada dentro del auto. Afuera soplaba un viento frío que erizaba mis pezones. Esa noche llevaba un vestido corto de seda negra, muy sexy; no me había puesto ropa interior y me sentía un poco mareada por haber bebido algunas copas de más con mis amigos.

Mientras esperaba, también noté que cierta humedad en mi entrepierna empezaba a aflorar. En esos días andaba demasiado caliente: Víctor con la excusa de estar estresado por exceso de trabajo, hacía una semana entera que no me cogía, ni siquiera me tocaba?

Una hora después de haberlo llamado, por fin apareció Don Rafael por allí; con una camioneta que llevaba una pequeña grúa.
Me saludó cortésmente, preguntándome por mi esposo. Luego se ocupó de revisar el motor y concluyó que la bomba de nafta estaba averiada. Debía remolcar mi auto hasta su taller.

Mientras Don Rafael hacía los preparativos, traté de comunicarme con Víctor, pero allí había poca señal. Tampoco pude encontrar un taxi a esa hora; por lo tanto, no me quedó otra opción que irme de allí con el viejo mecánico hasta su taller.
Apenas subí a su camioneta pude oler a alcohol; no solamente en la cabina, sino también en el aliento del viejo? En cuanto me senté a su lado, pude ver su mirada lujuriosa sobre mis largas piernas y mis tetas?

El viaje se me hizo eterno, porque, además de estar el taller alejado, la camioneta no podía marchar demasiado rápido. No intercambiamos casi ninguna palabra con Don Rafael durante el trayecto.

Luego de entrar la grúa y mi auto, me ayudó a bajar, ya que yo estaba un poco mareada por el efecto del alcohol.
Don Rafael parecía estar más caliente que una sartén, porque ya sin ningún reparo me miró de arriba a abajo; tanto que pude notar cómo su verga comenzaba a ponerse tiesa dentro de sus pantalones.

El hombre siguió mi mirada y entonces me preguntó:
?Qué está mirando, señora?... hay algo que le guste??

Me sentí sorprendida por la desfachatez del viejo; pero enseguida me recompuse y le pedí que me hiciera el favor de llamar un taxi para poder llegar a mi casa, ya que yo seguía sin poder comunicarme con Víctor?
Regresó diciendo que el taxi tardaría una media hora en llegar. Entonces me hizo pasar a una oficina, muy sucia y desordenada, donde había un sofá bastante desvencijado?

Decliné sentarme en ese sofá tan mugriento como el resto del lugar?
De repente no supe qué pasó, pero me sentí invadida por una tremenda calentura. Mi cuerpo se estremeció, y una extraña sensación de calor en oleadas me invadió, estaba ardiendo por dentro, sentía que ese calor en especial provenía de mi vagina?
El viejo tal vez pareció notarlo. Se puso detrás de mí, dejándome sentir su respiración agitada. Un escalofrío recorrió mi espalda y le dije al hombre que ya me tenía que ir? no podía esperar por el taxi.

Me quise mover, pero él me había puesto sus gruesos brazos sobre mi cintura. Pude sentir su aliento alcohólico que resollaba sobre mi cuello. Le pedí que me soltara, pero el viejo entonces me empujó contra el respaldo del sofá y apoyó su cuerpo contra mi espalda.
Pude sentir un bulto, un enorme y duro bulto empujando contra mi trasero. Eso me hizo estremecer; mi temperatura corporal de pronto aumentó y lo único que se me ocurrió fue tratar de gozar el momento, en manos de ese viejo.

Me tenía bien aferrada por la cintura, hasta que se separó un poco y entonces sentí una de sus callosas y sucias manos deslizándose por debajo de mi breve vestido.

Enseguida comenzó a acariciar mis nalgas y pronto descubrió que yo no llevaba ropa interior. Eso terminó de provocarle todavía una erección mayor.

El viejo me dijo que yo era una puta; porque solamente las putas no usan ropa interior, según su criterio. Mientras yo aparentaba tratar de liberarme de su abrazo; él seguía sujetándome por la cintura y con su otra mano buscaba la manera de meter sus dedos en la humedad de mi concha ardiente?

Me dijo que teníamos todo el tiempo del mundo; ya que el taxi no iba a venir nunca, simplemente porque él no lo había llamado?
Al decirme eso mi excitación creció, sabiendo que, si no hacía otra cosa, terminaría cogida por la verga de ese viejo sucio. Decidí que no era una mala opción, pero también pensé que no podía entregarme tan fácil a sus perversos deseos de cogerme?

Ahora podía sentir su verga palpitando entre mis cachetes; mientras sus sucios dedos por fin invadían mi vagina ardiente y húmeda.
Volvió a llamarme puta; porque, según su criterio, solamente las putas están mojadas antes de que un macho las toque?
Sin hacer caso de sus comentarios, bajé una mano para tocar su verga hinchada. Yo seguía muy caliente y los dedos de ese viejo ordinario hurgando en mi vagina, me habían puesto a mil? Necesitaba pija?

El mecánico encontró mientras el cierre de mi vestido y lo abrió, haciendo que se deslizara hasta el suelo. Quedé completamente desnuda frente a él, a excepción de mis sandalias de taco, que realzaban mis largas piernas.

Me dejé caer sobre el sofá, apoyando mis tetas contra el respaldo y ofreciéndole así mi redondo trasero al viejo. Cerré mis ojos, pensando en que no quería recordar la escena de ese viejo metiéndome su verga desde atrás. Pero de repente el viejo me llamó y, al girar mi cabeza, pude ver que estaba tomándose la verga con las dos manos. Era algo enorme, yo no podía creer que un hombre de su edad pudiera tener una erección tan dura y gigantesca?

La visión de esa cosa enorme terminó por destruir la poca resistencia que aún me quedaba. De repente me escuché a mí misma, pidiéndole que me cogiera de una buena vez. Estaba entregada, sin poder evitarlo. Mi concha ardía y necesitaba una verga dura de un buen macho para calmarse?

Don Rafael se acercó a mis muslos abiertos y yo cerré mis ojos, preparándome para la embestida. El viejo me aferró por las caderas y pronto sentí que su sucia verga invadía mi interior, pasando sin dificultad entre mis humedecidos labios vaginales?
Una vez que llegó hasta el fondo de mi vagina, se quedó allí quieto; para luego comenzar a bombearme desde atrás; al principio despacio, pero, a medida de que mi vagina aceptaba su tamaño, entonces fue incrementando el ritmo con más frenesí, hasta que me resultó duro de soportar.

Le supliqué que parara un poco, porque me estaba doliendo mucho su tremendo ariete golpeando el interior de mi vagina. Pero eso pareció excitar todavía más al viejo, que me tapó la boca con una mano para que yo no me quejara y arremetió con todo con su poderosa verga dentro de mi castigada concha?

El viejo entonces pareció tensarse y pensé que estaba a punto de acabar y con ello se terminaría mi suplicio; pero estaba equivocada. Se quedó unos instantes quieto dentro de mi canal vaginal, sintiendo cómo palpitaba su tiesa verga y de repente me la sacó, dejándome un vacío en el cuerpo que me hizo gemir y aullar de calentura. Necesitaba todavía más pija?

Sin darme tiempo a reaccionar, me la metió de un solo saque por el culo. Yo estaba bastante estrecha, ya que hacía mucho tiempo que Víctor no me sodomizaba. A pesar de mi estrechez, sentí que la verga del viejo se deslizaba sin demasiada dificultad hasta llenarme por completo el recto.

Apenas unos segundos después de haber entrado por mi puerta trasera, sentí que mi cuerpo temblaba y por fin acababa en un orgasmo infernal, mientras la pija del mecánico seguía entrando y saliendo de mi culo?

Mis aullidos de perra volvieron a excitar al viejo, que sacó su dura pija de mi culo y eyaculó sobre mis redondos y firmes cachetes.
Don Rafael no quiso que le limpiara la verga con mi boca. Simplemente me ofreció un baño para que pudiera cambiarme y me dijo que me llevaría hasta mi casa.
En el camino volví a sentirme muy caliente otra vez; así que no me pude aguantar las ganas y le saqué su pito de sus pantalones y comencé a mamárselo con una furia salvaje, mientras el viejo trataba de conducir.

Me sorprendió el poder de recuperación que tenía ese hombre a su edad. Segundos después de tenerla en mi boca, su verga ya estaba tiesa como la primera vez.
Le supliqué que se detuviera en un lugar todavía oscuro y entonces me monté a horcajadas sobre él; empalándome otra vez en su poderosa verga. Lo cabalgué como loca, mientras el viejo me sobaba las tetas.

Acabé nuevamente sobre su enorme verga y unos segundos después, mientras me movía más despacio recuperando mi aire, sentí una nueva descarga del viejo dentro de mi ardiente vagina.

Cuando llegamos a mi edificio, el viejo me acompañó hasta la puerta de entrada de manera muy galante. En el ascensor volvió a meterme sus dedos en mi concha y me hizo acabar jadeando antes de llegar al último piso.

El viejo no quiso entrar a mi departamento. Me dijo que me esperaba al día siguiente; ya que para entonces tendría el arreglo del auto solucionado.
Agregó que no me preocupara por la factura de sus servicios? un par de polvos dejaría la cuenta completamente saldada?

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