El uruguayo Washington


Infidelidad El uruguayo Washington El uruguayo Washington

Unos días después de habernos mudado a un nuevo departamento en Villa Urquiza, Víctor tuvo que hacer un viaje al interior.
Cerca del mediodía regresé de hacer unas compras y encontré en el palier del edificio un hombre negro enorme, junto a una escalera de madera, cambiando una lámpara. El tipo sonrió al verme y me tendió una mano, presentándose como Washington, el encargado del edificio.

Al estrechar su mano sentí una especie de electricidad que recorría mi cuerpo. Su mirada era matadora, sus rasgos muy viriles. Era un hombre enorme, pesado y musculoso por donde se lo mirara. Mi concha se estremeció de repente y tuve que reprimir un gesto de sorpresa al sentir esa humedad entre mis piernas?

Al entrar a mi departamento, me encerré en el baño y me masturbé frenéticamente, pensando en el tamaño de verga que cargaría ese negro enorme?

Luego más relajada, me vestí con mi equipo de calza y top para ir a un gimnasio cercano. Al regresar, me encontré otra vez con Washington que estaba entrando al ascensor. La estrechez de la cabina hizo que nuestros cuerpos estuvieran bastante cerca y pude entonces sentir el olor a sudor del negro, que me envolvió y me hizo humedecer la concha nuevamente.
Me había desnudado para entrar a ducharme, cuando sonó el timbre de la puerta. Volví a vestirme con la ropa transpirada por la gimnasia y me encontré al sonriente negro en la puerta.
?Disculpe, señora, necesito revisar una pérdida de agua en la cocina? Dijo.

Él me siguió y yo podía sentir su mirada en mi culo, que se marcaba perfectamente bajo mis calzas transpiradas. Se puso de cuclillas en la cocina y yo quedé de pie frente a él. Cuando el negro levantó su mirada, se encontró que mi pubis estaba frente a sus ojos. Me di cuenta que los pliegues de mis labios vaginales se marcaban en mis calzas y entonces retrocedí un poco, para no regalarle a este tipo semejante visión?

Fue entonces cuando me di cuenta de un enorme bulto en sus pantalones. Parecía algo que le colgaba hasta sus rodillas.
?Le gusta lo que ve, señora??? Escuché que Washington me preguntaba.
Reaccioné, cayendo en la cuenta de que el negro me había pescado mirando su entrepierna.
Estaba avergonzada y me hice la desentendida.
?Alguna vez vio una verga negra enorme??? Insistió el negro, muy grosero.
Quedé tan sorprendida con sus palabras, que no podía reaccionar.
Washington se puso de pie y comenzó a desabrochar sus pantalones.

Retrocedí y le exigí que se fuera de mi casa. Pero el negro me fue arrinconando hasta que no pude escapar. Luego muy lentamente, fue sacando su verga de los pantalones.
Era algo realmente enorme; de por lo menos unos treinta centímetros de largo y muy gruesa?
Traté de contener cualquier expresión de asombro en mi cara. Pero mis ojos estaban muy abiertos y fijos en su verga. No podía apartar mi vista de ella?

Caminó lentamente hacia mí. Mis rodillas temblaban, estaba asustada.
?Antes de irme, vas a acariciar mi verga?. Susurró el negro suavemente.
?Si lo hago, me promete que se irá y me dejará tranquila??? Pregunté.

Me aseguró que lo haría; entonces mi brazo se extendió lentamente y mi mano temblando agarró la cabeza de su pija negra. Bajé mis dedos hasta la base y comencé a sentir que crecía en mi mano.
Me sentía muy caliente, no podía creer lo que estaba haciendo. Esa verga negra era casi tres veces más grande que la de mi esposo. Washington sonrió al comprobar mi mirada extasiada sobre su verga.

?Le gusta, señora? voy a dejarle la concha en llamas con esta verga??
Sentía que mi concha se humedecía cada vez más mientras le acariciaba ese enorme pedazo de carne. De repente reaccioné y le pedí que se fuera.
Sorprendentemente, el tipo guardó la verga en sus pantalones y se dirigió hacia la puerta. Pero antes de irse, se volvió para decirme:
?A todas las perras blancas les gusta mi verga negra? Usted ya va a pedirme que regrese para darle más, señora??
Cerré la puerta detrás de él y corrí al baño, donde me masturbé furiosamente debajo de una buena ducha tibia. Después me acosté desnuda en la cama, pero no podía dejar de pensar en esa enorme verga negra; así que volví a tocarme y meterme dedos mientras imaginaba que ese negro enorme y bruto me cogía como a una perra?

Esa noche mi adorado Víctor llamó por teléfono y le aseguré que todo estaba bien; acomodando todavía algunos detalles en la casa?
A la mañana siguiente descubrí que el aire acondicionado no estaba funcionando bien. Se me ocurrió pensar que seguramente Washington tenía algo que ver con esto, por lo que tendría una razón para regresar.

Unas horas más tarde alguien llamó a mi puerta. Allí encontré al negro con su radiante sonrisa y su pesada caja de herramientas.
Lo hice pasar, asegurándole que solo lo había llamado para que arreglara el aire acondicionado y no para otra cosa. Lo dejé solo frente al equipo y me fui a sentar el sofá, esperando que terminara el trabajo rápido?

Unos minutos después Washington vino al comedor. No pude dejar de notar el enorme bulto en sus pantalones. Comencé a sentir mucho calor y mi corazón latiendo fuera de ritmo?
Él se quedó allí de pie frente a mí y empezó a frotar la longitud de su verga. Mi boca empezó hacer agua cuando recordaba el orgasmo increíble que me había imaginado chupando esa increíble pija negra.

Washington esbozó una leve sonrisa; el hijo de puta sabía lo que estaba sucediendo en mí. Luego poco a poco comenzó a desabrochar sus pantalones. Todo mi cuerpo comenzó a temblar sin control?
?Por favor, no haga eso?? Le supliqué casi al borde de las lágrimas.

Pero mi cuerpo me estaba traicionando. Podía sentir mi concha totalmente húmeda. Washington se sacó lentamente los pantalones hasta que su pija saltó libre en frente de mi cara. Me miró a los ojos y me ordenó:
?Ahora Usted va a chupar mi verga negra, señora??
?No, no puedo?soy una mujer casada?? Intenté resistirme?

Ahora su pija estaba muy cerca de mi boca. Yo estaba inmóvil, mientras lentamente la punta de su pija encontraba su camino hacia mis labios.
Podía sentir mi concha ardiendo mientras cerraba los ojos y besaba la cabeza de su pito duro. Ya no podía resistirme más a la tentación? Poco a poco comencé a lamer la cabeza de esa magnífica verga negra?
Le oía gemir de placer mientras se la chupaba y sentía un placer único. La chupaba más y más duro, mi lengua estaba lamiendo cada vez más a fondo.
?Ya sabía que Usted era una puta bien caliente?? Dijo entre gemidos.

Sus palabras degradándome me estaban haciendo excitar más y más.
Deslicé mi mano por debajo de mi falda y comencé a acariciar mis labios vaginales por encima de mi tanga. Estaba muy cerca de llegar a un orgasmo.

De repente el negro me hizo levantar del sofá. Tiró de mi camiseta de algodón por encima de mi cabeza y comenzó a acariciar mis pezones, que ya estaban muy erectos. Con un movimiento rápido arrancó mi breve falda de mi cuerpo y con otro manotazo desgarró mi diminuta tanga. Ahora solo me quedaban mis sandalias de taco alto.

?Por favor, no quiero engañar a mi esposo?? Supliqué caso llorando.
Pero el negro estalló en una carcajada; me tomó por la cintura y me atrajo hacia su cuerpo. Sentí su dura verga rozando mis labios vaginales bien humedecidos. Insistí suplicándole que me dejara ir, pero descubrí que mi resistencia se desvanecía cada vez con más rapidez...

Me levantó en vilo y me llevó a la cama. La misma cama matrimonial en la que había cogido con Víctor un par de días atrás?
Pero ahora sentía fiebre y no podía pensar en mi esposo. Abrí mis piernas, invitándolo a entrar en mi cuerpo. Él empezó a lamer el interior de mis muslos, hasta llegar a mi concha empapada.

Su lengua dejó paso a sus gruesos dedos y pronto sentí que me invadían, arrancándome un tremendo orgasmo, que me recorrió todo el cuerpo y me dejó templando de placer?
?Puta blanca? todavía le falta sentir mi verga negra??

Enseguida sentí la cabeza de su pija rozando mis labios vaginales abiertos. La sensación era increíble. Lentamente empujó un poco dentro de mi cuerpo.
Le supliqué que fuera más despacio, su verga era realmente demasiado grande. Pero él siguió empujando cada vez más dentro de mi vagina. Me cogió lentamente al principio, luego empezó a moverse más rápido y más duro. El dolor disminuyó rápidamente y comencé a sentir un segundo orgasmo creciendo en mi interior?

Grité como una loca, mientras el negro me cogía furiosamente?
Apenas notó que yo había acabado como una perra, el negro sonrió y me hizo dar vuelta, dejándome boca abajo a cuatro patas.
Puse mi culo bien en alto y él comenzó a lamerme la concha desde atrás. Pero de repente sentí su lengua lamiendo mi estrecha entrada trasera?
?No, por favor? por el culo, no? es demasiado grande?? Supliqué.

Washington rio a carcajadas y me aseguró que iba a encantarme su verga dentro de mi trasero. Sin darme tiempo a nada, empujó la punta entre mis cachetes, invadiendo y traspasando mi delicado esfínter.

Aullé de dolor, pero el negro me sujetó por los cabellos y me hizo hundir la cabeza en la almohada, para acallar mis gritos. Empezó a golpear realmente duro en mí con su pija enorme. El dolor duró muy poco, casi podía sentir otro gran orgasmo acercándose?
Me la metió más duro, hasta el fondo de mi ano. Las lágrimas corrían por mi cara. Sentía que me iba a desmayar. Después de unos diez minutos de cabalgarme violentamente desde atrás,, por fin sentí que el negro se vaciaba dentro de mi culo, quemándome con su leche ardiente.

Se salió muy despacio y se tendió a mi lado, acariciando mi trasero.
?Ahora Usted es mi puta blanca? voy a cogerla cuando yo quiera??
Antes de desmayarme, le dije que podía cogerme cuando se le antojara.

Cuando desperté, Washington ya se había ido. Mi concha estaba muy dolorida, goteando semen y mi culo parecía destrozado?
A duras penas alcancé a llegar a la ducha, caminando con mucha dificultad.

Más tarde volvió a llamar mi esposo, contándome alegremente que había terminado su trabajo antes de lo esperado y que regresaría a casa al día siguiente?
Por suerte, pensé para mí misma, porque de lo contrario, mi cuerpo iba a pedirme más y más verga negra al día siguiente?

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