El se�or Manuel XIII


Infidelidad El se�or Manuel XIII Esa noche tuvimos que cerrar las ventanas de mad**gada. El calor había llegado muy pronto, y a pesar de ser principios de junio, durante unos días bajó de golpe el termómetro quince grados, y con ello la intensidad de sucesos y morbos de los últimos días también cesaron. Era que cómo los cuerpos necesitaran descansar, y ese fresco impropio de la época, ayudaba a conciliar el sueño. De hecho esa noche nos tuvimos que levantar, además de a cerrar las ventanas, a por una manta a eso de las tres de la mad**gada. Para eso las mujeres regulamos peor la temperatura, y enseguida nos quedamos frías.

Primero fui al baño, un poco destemplada, y acto seguido al armario empotrado del pasillo a por una manta. Me acordé del señor Manuel, y cogí otra para él. Me acerqué a su puerta, y se le oía roncar, y con el poco resplandor que había, allí le vi, tumbado, hecho un ovillo, y tapado con la sábana. Seguía con la ventana abierta. Con sumo cuidado, cerré la ventana, y le tapé con la manta sin que se despertara. Acto seguido regresé a la cama, y reconozco que en ningún momento tuve un solo pensamiento erótico con la situación de estar en su habitación. Ya os comento que esa bajada de temperatura también me bajó la excitación bastante.

Al igual que las otras mañanas, preparé el desayuno a José, esta vez con camisón, bragas y bata, y cuando mi marido se fue, regresé a la cama, me tapé, y descansé plácidamente.

La semana laboral de José acabó, y aprovechamos ese fin de semana para ir al pueblo, ya que la siguiente semana le tocaba turno de noche. Invitamos a nuestro vecino, pero prefirió quedarse en casa él solo, así que tras insistirle que viniera, y ver que no quería, nos fuimos a pasar fuera ese par de días.

El domingo después de comer ya estábamos de vuelta, y otra vez un calor sofocante. José aprovechó para dormir unas pocas horas, y aguantar esa primera noche de la semana. Esto de los turnos es un auténtico rollo, y aunque ya son unos años así, trastoca todos los horarios de sueño.

Yo estuve toda la tarde liada, poniendo lavadoras y cocinando para que esa noche cenara bien mi marido, y dejarle lista la fiambrera. Otra vez el calor se hacía insoportable, y más metida en la cocina gran parte de la tarde.

El señor Manuel estuvo buena parte de la tarde en el salón con la tele bajita para no m*****ar el descanso de José, y antes de que se levantara, vino a echarme una mano con la cena. A pesar de tener todo listo para cenar más pronto que otros días, nuestro vecino se adaptaba a nuestros horarios de comidas.

José se levantó, y se dio una ducha. Nosotros aún no lo habíamos hecho para no despertarle.

Estuvimos hablando durante la cena de estos cambios tan severos que tenía el clima hoy en día, tan pronto frío, como otra vez un calor sofocante más propio de pleno verano.

José se fue a arreglar, mientras el señor Manuel me ayudaba a recoger. Una vez todo recogido, le di la fiambrera, y salí a despedirle.

José se despidió del señor Manuel que estaba viendo el telediario en el salón, y le dijo:

- Bueno, Manuel, le dejo al cargo de la casa y de esta bella dama, aunque sé que ella encantada de tan excelente compañía como es la suya.

- No te preocupes, José. Qué te sea leve la noche.

Los turnos de noche eran los más largos, y duran de 10:30 de la noche a 7:30 de la mañana en el puesto que ocupa mi marido. Por suerte, luego les compensan con algún día más de vacaciones al año a los pocos que rotan y pasan por ese turno. Así que tuvo que salir de casa antes de las diez, siendo aún de día.

Esos cambios tan severos de temperatura me tenían agobiada, así que me fui a duchar, dejando la puerta sin cerrar del todo. Ya habíamos ido bajando la guardia en cosas como esa, y José y yo no cerrábamos del todo la puerta del baño, como hacíamos siempre que nos duchábamos.

Terminé de ducharme, y me puse únicamente el camisón fresquito de la semana anterior. Y cuando pasaba por delante del otro baño, vi que la puerta del señor Manuel estaba entre abierta, y, sin saber por qué, me quedé quieta en el pasillo mirando por el trocito de hueco que dejaba la puerta sin cerrar del todo.

Allí estaba yo, mirando a nuestro vecino ducharse, viendo como se enjabonaba, y cómo se frotaba esos testículos y miembro mayores que los de José. Estaba claro que el calor no solo había llegado a la ciudad, sino también a mis calenturas.

Al ver que acababa, me fui a la cocina a echar la ropa sudada a la lavadora y regresé al cuarto a ponerme unas bragas, pero pensándolo bien, decidí provocar como las noches de la semana anterior, pero sin mi marido en la casa.

Regresé al salón, y me coloqué frente a la tele, apoyando los pies sobre la mesita del salón, y Manuel se colocó en su sillón habitual.

El programa era un poco rollo, así que pasé a la acción, y haciéndome la dormida, giré el cuello hacia el lado contrario de Manuel, y así poder verle por el reflejo de espejo que tenía en esa dirección.

Mis piernas también se coloraron de manera que giraban hacia un lado, haciendo que el camisón subiera más, y mi nalga derecha empezaban a asomar, dejando caer ligeramente también el tirante, y dejando gran parte de mi pecho sin tapar, y el pezón a punto de salirse.

Miré con los ojos entrecerrados hacia el espejo, y empecé a respirar como que dormía, resoplando algo.

La cabeza del señor Manuel se giró hacia mí, y no me quitaba ojo. Se podía apreciar como su mano se apoyaba sobre su paquete intentando disimular una tremenda erección. Se estaba poniendo cardiaco, y a mí me encantaba ese juego. Sus ojos me observaban de arriba a abajo, mientras se tocaba su miembro para colocarlo en otra posición e intentar disimular su empalmada, pero imposible con tal calentura. Así que cogió una revista y la apoyó sobre su bulto.

De pronto en la lejanía se escuchó un trueno muy lejano. Hice como que me despertaba, a la vez que me enderezaba y me subía el tirante.

- Parece que me había dormido, pero ese trueno me ha despertado.

- Sí. Eso parece, que esta noche vamos a tener alguna tormenta. Con este calor no me extrañaría que se acerque alguna.

- Espero que no. Le tengo pánico a los relámpagos.

Era cierto. Es algo que me aterroriza desde pequeña. Ya se me puso hasta mal cuerpo pensando en ello.

Me levanté. Le di las buenas noches a nuestro vecino, y me metí en la cama pendiente de los truenos y algún ligero resplandor que llegaba de la lejanía. Pero acabé cogiendo el sueño rápidamente.

Serían la 1:30 de la mad**gada, cuando un fuerte ruido me despertó. Era un crujido muy cercano, y de un salto me levanté a cerrar la ventana y bajar la persiana de golpe.

La lluvia arreciaba, y fui corriendo a la cocina a cerrar las ventanas, y de allí, como alma que lleva el diablo, a cerrar el balcón del salón. Según estaba cerrando las ventanas de la galería del salón, cuando un desgarrador crujido se escuchó prácticamente a la vez que un gran resplandor, provocando que diera un grito de terror, y entrara corriendo en el salón.

- ¡María! ¿Qué sucede?- Gritó alarmado el señor Manuel desde su cama, a la vez que se sentaba en ella.

Y yo entré en su habitación temblando de pánico, cerré su ventana, y me abracé a él a punto de llorar.

- Tranquila, María. Es solamente una tormenta. Aquí en casa no pasa nada.

- Lo siento, les tengo terror.- Y me eché a llorar, sentada junto a él en su cama, abrazada a él.

- Venga, que no pasa nada. Te acompaño a tu cama- Me dijo con tono tranquilizador.

En esto sonó otro tremendo relámpago, que me hizo estremecerme de nuevo, y agarrarme más fuerte.

- ¡No, no puedo ir ahora!- le dije entre sollozos.

- Tranquila, María. Quédate aquí conmigo hasta que pase la tormenta.

Y me tumbé en su cama sin soltarle una mano.

(Continuará...)

Comentarios para Per� chicas bonitas

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