El se�or Manuel (XI)


Infidelidad El se�or Manuel (XI) Los rayos del sol, por la orientación que tiene nuestro dormitorio, entraban por mi ventana a eso de las ocho de la mañana, así que me despertaron rápido. Bajé la persiana con cuidado de no hacer mucho ruido, e intenté descansar un poco más, pero con estas temperaturas tan altas, y el sol dando en la persiana, se hizo imposible. Me levanté y entré al baño con total naturalidad, sin pensar que me podía pillar desnuda por el pasillo.

La ducha me supo a gloria, acabando con el agua bastante fresquita para aliviar un poco ese calor tan sofocante. Me sequé bien, y me puse un un vestido de tirantes bastante escotado y que tapaba poco más abajo de las nalgas, sin nada más debajo más que un tanga, ya que no me siento cómoda por aquello del flujo, siendo incapaz de ir sin nada todo el día.

Hice la cama con la luz que se colaba por los rayos de sol que atravesaban los agujeros de la persiana, y salí de la habitación extrañada de que nuestro vecino aún no se hubiera levantado y no le escuchara roncar, cuando todos los días le gustaba pasarse antes de las 9:15 de la mañana para charlar con los albañiles que arreglaban su piso.

Se le oía respirar plácidamente y estaba de lado, dando la espalda a la puerta, con su pantalón azul claro de algodón únicamente puesto, así que le dejé para ver si se despertaba solo. Llevé las toallas y alfombrillas de ambos baños a la lavadora , y desayuné tranquilamente.

Ya eran casi las 9:30, así que me acerqué a su dormitorio con la intención de despertarle, ya que nunca se levantaba tan tarde.

Al llegar a su cuarto, tenía la persiana medio levantada, y al dar su ventana hacia el Oeste, por la mañana no le entraba el sol, así que normal que siguiese durmiendo después de tanto ajetreo sexual que había tenido un hombre de su avanzada edad. Allí en el suelo había dejado caer el trozo de papel con el que limpió el semen de su polla cuando se pajeó mirándome, y él continuaba de lado, dando la espalda a la puerta.

No quise darle una voz al verle tan dulcemente durmiendo, así que me acerqué lentamente a nuestro querido vecino, y sentándome en el borde de la cama, le apoyé una mano en el costado, notando su piel fresquita en contraste con el calor de mi mano. No sabría explicarlo, pero sin ser una excitación sexual, sentía un tierno y agradable placer al contacto de su piel en mis dedos, me transmitía paz. Con voz tranquila, le dije:

- Manuel, se le han pegado las sábanas, despierte.

No sé si fue el tono de mi voz junto al contacto de mi calida mano en su costado, pero consiguió el efecto deseado de no sobresaltarle, girándose lentamente para quedarse panza arriba.

- Perdona, María, no sé qué me ha pasado, pero hacía mucho que no dormía tan a pierna suelta. Muchas gracias.

Yo continuaba sentada con la mano sobre su costado, y procedí a levantarme, cuando pude apreciar su miembro un poco abultado bajo el pantalón, aunque no erecto, apenas a unos centímetros de mi mano. La mirada fue apenas de una décima de segundo, pero suficiente para percatarme.

- Yo voy a ver continúo con mis tareas en la casa. Le he dejado una taza sobre la mesa de la cocina para que se eche la leche, y café en la cafetera.

- Muchas gracias, María. Eres un sol.

Y sin pensarlo, por la costumbre de limpiar todo, me agaché y cogí el trozo de papel que había en el suelo, sin darme cuenta que también le mostraba mis nalgas al agacharme, ya que el vestido era muy corto. Y justo al agarrarlo y tirar hacia arriba, me di cuenta lo que tenía en mi mano. Se había pegado un poco al suelo, y se despegó al levantarlo. Todavía se sentía la humedad en el interior de aquella bola.

Sus ojos se abrieron sobresaltados al verme agarrar el papel.

- Perdona, ya tiro yo eso. No te m*****es. - Me dijo el señor Manuel con tono nervioso.

- No pasa nada, no soy escrupulosa. ¿Está acatarrado? Ya le dejo yo unos paquetes de pañuelos de papel si lo necesita.

- Muchas gracias, fue para secarme el sudor de la frente esta noche. No quiero que te manches las manos, María, ya lo tiro yo.

- Tranquilo, ya le he dicho que no pasa nada. - Y salí de su habitación rumbo a la cocina a tirarlo al cubo de la basura.

Justo antes de tirarlo, tuve un impulso de curiosidad, y abrí un poco la bola de papel, y lo acerqué a la nariz. Olía tan rico a semen. No podía creer lo que estaba haciendo. Mis dedos tocando esa humedad, y a la vez oliéndolo y excitándome. Había escuchado que el semen de algunos hombres tenía un olor o sabor desagradables, pero aquel, aunque con matices, olía muy parecido al de José.

- María, céntrate, y ponte a hacer las cosas de la casa. - Me dije mentalmente a mi misma, para evitar un nuevo calentón y pensar en lo que había hecho.

Al señor Manuel se le sentía en la ducha, momento que yo aproveché para hacer su cama y continuar limpiando para poder bajar a comprar antes de que calentara más.

El grifo de la ducha se cerró, y de pronto sentí su voz.

- María, perdona.

- Sí, Manuel. - Le dije desde el otro lado de la puerta del baño.

Me puedes traer una toalla, y dejarla en la puerta colgada por fuera. Pensé que tenía la de anoche colgada junto a la ducha.

- Ay, que tonta. Con las prisas de querer bajar a comprar, la he metido en la lavadora. No se preocupe, ya le llevo otra ahora mismo y también le doy una alfombrilla para que pise.

Sin pensármelo dos veces, entré al baño, y allí estaba el señor Manuel en el plato de ducha, que en un acto reflejo se tapaba sus partes con las manos. Se había quedado sin respuesta al verme entrar así de directa, ya que el pensaba que iba a dejar la toalla fuera del baño. Pero el miedo a que pudiera resbalar, al no tener alfombrilla, me hizo entrar para dejarle en el suelo una limpia también.

- Perdone, menos mal que no ha pisado fuera, podría haber resbalado. Y no sea tan vergonzoso, que ya le he visto desnudo y en una actitud mucho más interesante. - Le dije con una sonrisa pícara mientras le ofrecía la toalla, haciéndole abrir la mampara y quitar las manos de sus partes. Momento que aproveché para mirar sin disimulo.

Me di la vuelta, y y me agaché para coger su pantalón de pijama, mostrándole esta vez voluntariamente mis nalgas desnudas al llevar el tanga, y al saber que el vestido se levantaría. Y acto seguido salí del baño dejando la puerta entornada, como solíamos hacer José y yo cuando nos duchábamos antes de venir nuestro vecino a casa.

(Continuará...)




Comentarios para Per� chicas bonitas

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